Relato I. Cap II


 

El cielo se verá como mar lleno de estrellas…

 II CONTACTO

Era pelirroja, de ojos verdes, pecosilla. Me dio la impresión que no era muy alta. Su pelo siempre iba suelto, con los rizos volando. Siempre me había sentido atraído por los pelos rojos, aunque ninguna de mis parejas lo había tenido. Al igual que por los rizos. Su sonrisa me era tremendamente familiar. Me atraía profundamente. Me daba la sensación de conocerla. Pero no de conocerla sólo, sino como si hubiéramos sido amigos. O más que eso. Era como si formase parte de mi vida. Pensaba en ella y podía sentirla, olerla…Me hacía hasta sentirme culpable por sentir cosas que no había sentido nunca, y que, según mis principios, serían la base de una conflictiva conversación con mi mujer.

El primer día que hablamos, fue en mi casa de comidas. Me gusta llamar así a mi restaurante. Mis amigos, (comensales) vienen a disfrutar de mi comida. No hay carta. Hay un menú semanal con alguna variante según la disponibilidad del producto. Pero la comida la elijo yo. Bueno, yo tengo la última palabra. En realidad, son, mi jefe de sala y mi asesora principal, Mónica, los que deciden después de conocer brevemente a los que se sientan a la mesa. Mónica es una antigua alumna mía de mi etapa de profesor de cocina en la escuela de La Cónsula. Trabajo que dejé por desavenencias con un director con ideas completamente cuadriculadas. Pero eso será otra historia.

Como iba diciendo, mis clientes reservan mesa, siempre presentando referencias. Es decir, alguien, me los recomienda o presenta. Si no, no les doy sitio en mi casa. Una vez allí, mis “niños”, como me gusta llamarlos, los invitan a una copa de “Botani”, que es un espumoso malagueño maravilloso, hecho con mimo, con uva moscatel de la variedad “Alejandría”, cosechada en los pueblos de la Axarquía malagueña: Almáchar, El Borge y Moclinejo. Mientras entablan una conversación sobre gustos culinarios y expectativas de mi casa. Tras lo cual, entre los tres, organizamos una experiencia gastronómica personalizada, entre platos y maridajes, que suele gustar. Sólo cenas. Por mi sala, pasan desde actores, actrices y directores nacionales e internacionales que asisten al festival de Cine de Málaga, como periodistas, triatletas y corredores de montaña (colegas) y gente anónima. Estoy dispuesto a dar de comer a quien quiera que yo le dé. PARAAA…

Fue una de las pocas veces que recuerdo que me despertó la alarma del móvil, y tras diez minutos,  un reconfortante almohadonazo de parte de mi niña acompañado de un “¡Papiiiii que no hay quien re mueva de la camaaaa!

A lo que iba.

Yo comprobando extractores y limpieza de mi cocina. Comprobando olores de los cocineros y lavaplatos. Si, olores. Estos niños parecen no tener en sus rutinas de higiene ese maravilloso invento llamado desodorante. Los de sala estaban perfectamente controlados por mi jefe e hijo y por Mónica. Estricta, pulcra, impecable, espectacularmente guapa y profesional como ella sola. Con un don de gentes que ya quisieran muchas y muchos. Sutil mano izquierda. Firme mano derecha. Asertiva. Con iniciativa. Siempre la coleta impecablemente peinada. Maquillaje justo y una elegancia al andar de top model. Y experta en auto defensa. Cuando me toque el euro- millón, la contrataré de mano derecha. En fin, la nuera ideal. Si no fuera porque Marco, mi pollo, estaba más por su culto al cuerpo y a cultivar ese cachito de tierra de Cártama,  heredado de mi madre en el que tenía no sé cuántas variedades de uvas y aceitunas y al que dedicaba el escaso tiempo libre que le dejaban sus entrenos, la formación constante, su madre, su hemanita y su trabajo, claro.

- “Papá es demasiado perfecta y passsa de mí!

- Que no, niño, hazme caso. Queda un día fuera del trabajo y os conocéis….

Ni caso.

Ye me he vuelto a salir del guion.

Pues eso. En esto, que entra una camarera, la de la pequeña y exclusiva barra que tengo para el primer contacto con mis comensales, que además hacía unos espectaculares cócteles, aunque no había vez, en que repitiera su sabor… Solicitando que saliera por favor, ya que querían verme en sala. Nada más acercarme a la puerta empecé a ponerme muy nervioso, ¿cómo?, me subieron las pulsaciones y una multitud de gotas de sudor empapaban mi frente. ¿Qué pasa?

Paré un momento, respiré cinco veces. Cerré los ojos en un intento de controlar el ataque inminente de pánico que me sobrevenía y, tras aplacar mi cabeza y darme respuesta de que “no pasa nada”, salí por las puertezuelas basculantes al salón. La barra estaba en un lateral, separada del comedor por una vidriera translúcida rematada por un zócalo de orquídeas blancas y rosas. Cada mes, las cambiábamos de orden y/o de color, según el humor de mi jefa, que las mimaba como si fueran perritos…hasta les cantaba con esa voz dulce de ganar “Operación Triunfo” o lo que se hubiera propuesto…Lo dicho, la nuera ideal. Me pillaba muy mayor para pensar otra cosa y por la buena relación personal y profesional, impregnada de confianza que teníamos, no se me hubiera ocurrido tampoco.

Salí  y me dirigí a la barra. Allí estaba una prima hermana mía, venida de Barcelona que hacía años que no veía. Me hizo muchísima ilusión, pues mi familia súper extensa, no solía venir a comer. Se aprovechaban de mí en las barbacoas familiares. Tras besos y abrazos, me dijo:

-“Te voy a presentar a mi amiga que me ha aconsejado reservar aquí”

Sorpresa mayúscula: ELLA. Allí estaba. Me dijo su nombre pero, claro, ni acordarme. Vestido negro palabra de honor, rizos rojos al aire. Ojos verdes. Sonrisa cautivadora. Carcajadas, más bien.

-“Hola, por fin hablamos”-me dijo- Creo que te debo alguna costilla rota, continuó sonriendo.

- Y yo una bici- no se me ocurrió otra tontería más gorda-

- Espero que lo que nos prepares hoy, me haga volver.

-Lo intentaremos- ya estaba sin palabras- Os dejo con Mónica y luego salgo a veros.

Qué barbaridad. Como si fuera un adolescente enamorado. Sin palabras, sin saber qué decir. Con un tsunami de sensaciones: paz, alegría, subidón…Pero también nostalgia, añoranza, desapego… ¿Qué volvía a pasar? Acababa de hablar con ella, y la echaba en falta, como si fuera alguien que volvía a ver después de siglos. Y esa sensación de  o haber terminado lo planeado, cada vez más fuerte.

Tras una noche de micro infartos, de charlas con mi jefa poniéndome las pilas, de un servicio espectacular y de no querer salir a sala, me armé de valor y salí a sentarme con mi prima y su/mi amiga.

Comentarios

  1. Vaya kuñao! Tienes un talento oculto!! me quedo con ganas de leer mas!! Super chulo! Ole!!

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  2. Jolín, increíble, gracias a Dios que nos ha dado tiempo a leerte..

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  3. Genial!! esperando el tercero con ganas ;-)

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