Relato II. Cap 2


 

CAP. II

Llegada la hora prevista para el acicalamiento, tras discusión habitual con su hermano mayor, con el que compartía cuarto de baño, comenzó el ritual.

Música de Loquillo en el radio cassette, más alta que en las reuniones posteriores en el saloncillo del piso de arriba donde se reunían. Termo de gas encendido. Ropa estirada encima de la cama y media hora larga más entre ducha y peinado. Extrañamente, la música se había parado un par de veces. Cosa no tan rara pues la cinta de cassette tenía unas cuantas vueltas, pero esta vez, se había vuelto a activar sola. También se había ido la luz. Bueno, más bien, se había apagado y también se había vuelto a encender, aunque no había coincidido con el apagado de la música.

Vestido y arreglado, nuestro protagonista se dispuso a coger su ciclomotor para rematar con el secado especial dando vueltas a la manzana.

Tras la tercera vuelta, decidió rodar una cuarta, como movido por su instinto. Dando la última curva, se vio cegado de repente por dos luces azules a la altura de su cabeza. Rápidamente, tuvo que tirar de las manetas de los frenos, pues pensó que se daba contra un camión. Y sin casco. Como la última vez que se “comió” una furgoneta de reparto de bebidas. Esa noche, hacía ya un mes, el conductor de la furgoneta se saltaba un “ceda” en un callejón sin visibilidad, mientras miraba un albarán en el que le faltaban vasos para entregar en un pub de la zona del paseo marítimo de Pedregalejo. Nuestro futuro superhombre, a bordo de su súper vehículo a dos ruedas, volaba en ángulo recto camino de no sé dónde por ahí y a esa hora, cuando se estampó con la furgo que giraba a su derecha. Resultado: la cara ensangrentada, y un esguince de tobillo de grado superlativo. Como en algunas ocasiones anteriores y futuras, su santa, santísima y paciente madre, se enteró cuando escuchó los golpecitos de las muletas en el suelo, mientras alguno de los colegas, lo acompañaba hasta su cama. Por suerte, la moto quedó reparada con el seguro del conductor y aquí paz y ya nos veremos.

No me enrollo más…

El caso es que las luces cegadoras, más que de un camión, y después del susto inicial, parecían dos ojos. Dos ojos rojos enormes. Ya parado y recuperando la respiración, pudo apreciar que era como una araña, una sombra negra que ocupaba toda la carretera y que dejaba ver dos de sus múltiples ojos, abiertos y de luz. Todavía paralizado, a punto de gritar, aunque no de miedo, sino de emoción, pues algo en su interior le decía que no iba a sufrir daño alguno, abrió la boca en el momento en que la criatura lanzaba un rayo de luz azul hacia él. Se lo tragó enterito.

Antes de poder reaccionar de nuevo, el ser se había esfumado. Pero la sensación que tenía era de euforia. Se notaba como si se hubiera tomado 5 bebidas energéticas. Aunque la verdad, es que “nunca las había probado todavía…claro”, como le decía a susantamadre, al igual que la ginebra, que le “daba mucho asco, mami”.

“¿Chupitos? ¿Qué es eso?” Ayyyy su mami…

Se sentía fuerte, grande, enorme, como que lo sabía todo y como que ya entendía muchas cosas que antes no le entraban en la cabeza, como por ejemplo el idioma ese….como se llamaba….¡Ah! ya, el inglés. ¿Pero qué necesidad tenía él, un jovenzuelo en Málaga, de tener que hablar inglés? Si él se entendía a la perfección con las “guiris” en la playa, en los parques acuáticos y en donde fuera. Pues ya lo entendía. Y así con otras muchas cosas como ya os contaré. Además, sentía la obligación de salir pronto de su casa y de ir a un sitio concreto…

El caso es que llegó a su casa, y ya tenía algunos colegas esperando en la puerta. Aparcó la moto y subieron todos juntos.

-          ¿A que no sabéis lo que me acaba de pasar?

-          Te ha llamado la rubia del otro día- dijo uno.

-          Que va….seguro que lo ha abducido un OVNI -  dijo el otro colega.

-          No os la vais a creer…Vamos a tomarnos algo que creo que tengo una misión esta noche. Id subiendo, que voy a coger “prestada” una botella de las que ha comprado mi hermano para su fiesta de cumpleaños. Al cogerla de la caja, le dio una especie de calambre…qué raro, pensó. Mi hermano es capaz de haberlas electrificado para que no las robe…Pero se la llevó para arriba.

Comenzaron la noche, aparecieron más pandilleros y pandilleras y, aunque tenía muchas ganas de contar su episodio fantástico, después de varias coca colas (sólas con hielo, ennh?) jajaja. Decidió que no diría nada. Pero insistía en acabar pronto e irse de allí, a pesar de las protestas de la parroquiana cuadrilla.

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