Relato II. Cap 3


 

CAP. III

JUAN

Rondaba la cuarentena. Era un tipo currante. Nunca estudió, pero tampoco lo necesitaba. Sabía leer, escribir y los números se le daban bien, sobre todo a la hora de llevar el recuento de “pelas” que tenía, ganaba, debía y ahorraba. Bueno, ahorrar lo que se dice ahorrar…Todo se le iba en los alquileres de furgonetas, en sus pequeñas inversiones y en su hijo. Tenía uno. Con una novia con la  que no se había llegado a casar, pero él, cumplidor y honrado, cumplía rigurosamente con una pensión alimenticia a la que había llegado tras muchas charlas con ella. Con la que se llevaba muy bien y con la que incluso convivía en algunas épocas del año, bien por haber perdido piso en alquiler o bien con la excusa de estar más tiempo con su peque.

Después de trabajar de todo, habiendo sido militar, feriante, camarero, portero de discoteca y de bar de lucecitas rojas, a pesar de su metro setenta justo con zapato alto, tenía gran facilidad de palabra y de puño, y se había hecho respetar por ello. El caso es que ahora, se había metido en un negocio de venta y reparto de bebidas y de vasos por los bares de copas de la juventud y de no tan juventud. Su objetivo, seguía siendo una casita en el campo, tranquila, lejos de la civilización, con un huertecillo y un gimnasio. Y todo lo hacía con esa ilusión.

El negocio ya le había dado algún sustillo. Las jornadas se hacían interminables, comenzando en los polígonos recogiendo la mercancía, llevándola al almacén, recogiendo los pedidos y repartiéndolos por los locales de toda Málaga y alrededores que tenía como clientes. Él sólo y a principios de los 90, sin móviles ni internet…

El caso, es que entre entrega y entrega, había siempre un “tómate algo antes de irte, tío”, que por no despreciar a la clientela y establecer vínculos sociales con los clientes, aceptaba. Lo que retardaba la jornada laboral.

Una noche de hacía más o menos un mes, según se acordaba, había estado a punto de matar a un chavalillo con una moto que se le empotró en la furgoneta. Comprobando papeles y más cansado de lo habitual, se saltó un ceda el paso. Tras el susto, los llevó a él al hospital y a la moto, a su casa, acompañado de una caja con varias botellas de ginebra y tequila, que le entregó a los padres del joven, tras mil disculpas y papeles del seguro. Recordaba que había aparecido otro joven más guapo y fuerte…había comentado algo de que las usaría para su fiestón de cumpleaños.

Pues esa noche parecía que iba a ser larga también. Eran ya cerca de las diez de la noche, y todavía le quedaba la entrega en un par de bares del limonar y acabaría en la discoteca de moda: “Boby Logen”. Lo bueno es que como abrían tarde al público, le daba tiempo de entregarles los vasos a tiempo. Buscaba aparcamiento por calle Bolivia y suponía que tendría que dar varias vueltas o aparcar en una parada de autobús, cosa que no le agradaba, sobre todo después de la multita que le cascaron la última vez, dos de sus “amigos” municipales. No soportaba la chulería de los “locales” de Málaga que iban en plan “Robocop”. Todo lo cual, aumentaba su estrés, que, aunque era otra época, ya existía, camuflado de nervios, tensión o “jartura de tó”.

LYDIA

Se preparaba para salir esa noche. Llevaba algo más de un mes sin hacerlo, preparando los exámenes de dos asignaturas de la carrera de derecho en la Universidad de Málaga. La concentración había brillado por su ausencia, ya que, daba la maldita casualidad, que había terminado con su novio de siempre, más o menos en la fecha en que se encerró a estudiar. Sospechaba que se había encerrado por eso, aunque su “ego”, la engañaba con que era por los estudios. Como también la había engañado su amor, claro. Con aquella rubia jipiosa, llena de piercings y con ese tatuaje horrible, en la zona donde la espalda pierde la vergüenza…¡Qué poco gusto, por favor!

Ella que era un verdadero encanto, algo brutilla y jugadora de balonmano, pero un encanto, jolín. Encima en esa fiesta universitaria de los de Magisterio en la plaza de El Egido. A la que ella no pensaba ir. Pero que sus amigas convencieron. Y…sorpresa. Allí estaba él, el innombrable mierdecilla ese… Con una mano en una litrona y la otra en el culo de la rubia…no se lo podía creer. Encima llevaba puesta una camisa de una marca de vaqueros muy famosa que, como no paga publicidad, no pienso nombrar, que ella le había regalado en su 16º mes de “aniversario”.

 Ni corta ni perezosa, se acercó a él, lo separó de la chica en cuestión con un empujoncito de defensa central de la selección croata de balonmano, claro. Qué frágiles las niñatas estas que no hacen deporte, pensó. Pensó también en arrearle un directo a la mandíbula, pero decidió que no. (Menos mal…) Él, la miraba acojonado y balbuceaba algo así como: “no no no no es lo que parece…” Que no, dice el tío. Y se la estaba comiendo como si no hubiera un mañana. De un tirón, le arrancó la camisa que se abrió con facilidad pues se cerraba con corchetes y ahí lo dejó. Borracho y descamisado en medio de toda la algarabía de los coleguitas que se reían sin piedad. Fue la última vez que hablaron.

La verdad es que no le importó mucho. Ella ya había tonteado también con algún que otro personaje de la facultad y se había dado cuenta que merecía algo más.

De mediana estatura, con una belleza peculiar, educada y con las ideas muy claras de futuro de salir de Málaga volando en cuanto pudiera. Esa noche, la habían convencido sus compis de equipo, para salir a celebrar que habían ganado el Trofeo “Rector” de la U.M.A. que era un torneo deportivo de las distintas escuelas universitarias. Algo le dijo que sería buena oportunidad de pensar en otras cosas y tomar algo relajadamente. Lo mismo, además, cabía la posibilidad de coincidir con el innombrable en algún sitio y podría escupirle o darle un empujoncito…El muy cobarde, no había intentado ponerse en contacto con ella después del semi desnudo, que se lo había buscado, claro.

Por tanto, se puso todo lo mona que podía, con un vestido verde y largo. Ella era más de pantalones, pero hoy le apetecía llamar la atención y ser un ratito el centro de todas las del equipo, que, seguramente estuvieran un buen rato con la bromita de: ¿Quién eres y qué has hecho con nuestra amiga dentro de ese vestido?

Se pintó labios y ojos, un poco de colorete por aquí, una sombra por allá, plancha para la melena morena y…lista.

-          ¡Jolín, si es que soy un partidazo!- pensó.

A la calle a comerme la noche.

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