RELATO VI: " La foto de mis sueños"

 

En este nuevo relato, he intentado echar cosas que tengo dentro.

Cosas que me gustarían que salieran de mi mente y compartirlas con quien quiera leerlas.

Las entradillas son de una canción de David Otero y Cepeda.

El título es de Beltrán y las fotos de internet.

Como siempre, espero críticas y sugerencias.

Abrazacos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 

 

“…Me siento tan grande, por tenerte a mi lado…”

Capítulo I:” Salón”

 

Ahí estaba. Asomada en una estantería. Una estantería con algunos libros de ciencia ficción bastante antiguos, de Isaac Asimov, Erich von Daniken, Julio Verne…Encuadrada en la parte alta del mueble de salón. El marco era dorado. Pero, lejos de brillar, aparecía ajado, deslucido por el paso del tiempo. Limpio, pero sin brillo.

En el centro del mueble, había un hueco enorme para una pantalla de una Smart TV de la misma dimensión, cincuenta y tantas pulgadas. Una “pechá” de centímetros. La parte izquierda, estaba ocupada pos dos puertas de vidrio negro sobre madera lacada en blanco, con algunas copas y vasos de colección, que tapaban las vergüenzas de un mini bar con licores casi caducados y algún que otro vino dulce, cuyo tapón, se había fundido con el vidrio, en una especie de pegamento azucarado que hacía imposible acceder al contenido. La parte derecha contenía más estanterías con libros de otros estilos: novelas, educativos, aventuras, etc.

El sofá  verde con tres plazas, enfrentaba dicho mueble. Un enorme espejo, coronaba dicho sofá, hundido por un extremo, con los muelles destrozados de saltar encima. Mueble blanco y negro, el sofá verde y, la pared pintada de rosa, claro. Una mesita plegable, unos cuadros decorativos y un par de lámparas, completaban el saloncito, junto a unas puertas transparentes que se abrían a una pequeña terraza de apenas tres metros cuadrados en una segunda planta de una comunidad de apenas veinte viviendas.

Por las mañanas, entraba el sol a través de las cortinas. Los primeros rayos de levante, alumbraban directamente, durante unos minutos, el marco dorado. En la foto, que estaba tan borrosa como estropeado el marco, se me veía claramente. El resto del paisaje y de personas, estaban ahí, pero eran imposibles de identificar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“…me regalas la vida, que sin ti yo no valgo…”

Capítulo II:” Almas”

 

Me acomodé en el sofá para dar una cabezada e…. inmediatamente cambié de rol.

Un rol que no había elegido. Una obligación que estaba escrita en mis cartas astrales desde el comienzo de nuestra vida. Mi alma estaba destinada a esta función.

Existían las Almas superiores, almas con mayúsculas, dominantes, en un estrato de iluminación; almas que debían encargarse de perpetuar la “vida”. No solamente la del planeta en que habitábamos. La vida como tal, en todas sus formas y en todas sus razas. Controlaban el principio y el fin. Cuando se manifestaban, eran consideradas como “dioses”. Pero no lo eran. Habían sido generadas cuando no había nada. Como materia inerte. Parte del Universo infinito. Por encima de los múltiples universos que confluían en diferentes realidades paralelas. Tantas, como almas capacitadas para habitarlos. Estas Almas, ellas mismas, se auto construyeron. Partiendo de lo básico: una razón y su contraria; positivo y negativo; Alpha y Omega; bien y mal. Todo o nada.

De ahí, evolucionaron hasta habitar todos los pedazos de materia habitables en los universos. Creando y manteniendo esa vida. Esos pensamientos y esa magnificencia que daba un sentido al vacío que contenían a esos millones de formas de vida diferentes.

Orquestaban los trasvases entre realidades, controlaban el tiempo viviendo por encima de él. Para estas Almas, no existía como tal. Formaban parte del espacio, por lo que tampoco tenía secretos para ellas. Orientaban a las formas vivientes. Aunque con ninguna posibilidad de alcanzarlas, su conciencia guiaba el camino hacia esa iluminación. Para la cual, se debían de superar diversos obstáculos, en diversos estados de conciencia y en cientos de universos paralelos, para poder pertenecer a un estado superior.

Esos caminos, habían de ser recorridos individualmente, con o sin compañía, pero siendo amables con el propio ser, por el contenedor de dicha conciencia, por encima de todo. Si no, se volvían a repetir una y mil veces.

Desde la forma de vida más básica y minúscula en un planeta deshabitado, hasta civilizaciones cuya consciencia había evolucionado hasta perpetuarse durante milenios en un recipiente con vida avanzado, todos tenían derecho a evolucionar.

Desde la perspectiva exclusiva del mantenimiento vital, se evolucionaba hacia distintos niveles. Cuando tu Alma Iluminada,  tu supervisora, determinaba que la tuya estaba preparada, un cónclave presidido por ella y con otras como asesoras, se procedía a su elevación y entre todas, definían tu siguiente destino.

Las Iluminadas, eran asistidas por un segundo nivel de evolución, un rango inmediatamente inferior, del que tampoco se llegaba a más, pero constituían otra jerarquía con otras misiones delegadas. Luego estaban las almas defensoras, que acompañaban cual ángeles de la guarda, a las consciencias a los cónclaves.

En esa segunda categoría, en un nivel para servir al inmediatamente superior, estaba yo.

La reunión estaba a punto de comenzar. La sala no existía físicamente. Todas las asistentes se transportaban a esa realidad. En una especie de pared de fondo oblicua, aparecía el Universo en el que se ce celebraría el cónclave. El suelo era de materia parecida a la tierra y se elevaba enfrente del mosaico de puntitos y colores sobre negro, a modo de graderío. Cada escalón estaba ocupado por una iluminada y su sirviente. Abajo del todo, de un material indefinible en nuestra lengua, había un pedestal flotando sobre un suelo cuadrado y translúcido. Pronto, sería ocupada por la Iluminada que presidiría. Las demás irían descendiendo tras culminar el ritual preceptivo para poder decidir, y se colocarían formando un círculo perfecto, cuyo punto superior lo constituiría el pedestal. Las almas a evolucionar, ocuparían el centro, una tras otra, cuando empezara el acto. En cada ocasión, se aprovechaba para convocar unos cientos de millones de conciencias, de algún cuadrante en concreto y de algún universo concreto. Al concluir, las Almas se retirarían a meditar y controlar sus universos, o a asistir inmediatamente a otros cónclaves de otras dimensiones.

Como ya dije antes, yo formaba parte de la élite sirviente. Mi casta, era denominada Fie. Y era parte fundamental del ritual previo al descenso hacia el juicio del Alma a la que servía. Desde el principio de mi existencia, fui encomendado a tal fin, y además, me encargaba de velar por el mantenimiento de las especies que teníamos asignadas. De su reproducción y, en su caso, de su evolución física en la medida de sus limitadas posibilidades que tenían todas las especias de vida.

El ritual comenzaba con el A.I. apareciendo en el estadio asignado dentro del graderío. Inmediatamente aparecía yo y comenzaba preparando el terreno que iba a ser trabajado.

Amasaba trozos de materia. Utilizando las extremidades de la especie más cercana a la que estaba vigilando. En este caso,  usaba unas manos humanas. Preparaba un lecho de tierra, cálida y suave. Lo extendía por la parte sólida del estadio. Una vez extendida, mi Iluminada, vertía su aliento sobre ella, formando una apetecible estancia, mullida, como si fueran nubes de un todo grisáceo, que burbujeaban y desprendían un aroma embriagador.

En el acto programado, yo debía convocar la energía sexual. La energía de la vida. Nosotros no teníamos ningún sexo definido. Como en el origen, existían dos que, al confluir, generaban vida.

Algunas especies básicas, eran autosuficientes. Con la ayuda de élites sirvientes, conseguían auto reproducirse sin necesidad de más de un individuo.

En esta ocasión, yo adoptaba un sexo definido por los parámetros HH y mi Alma guía, utilizaba el contrario MM. Como nos tocaba humanidad del Planeta Tierra, yo era un hombre y ella una mujer.

Convocada la energía vital, se materializaba en forma de cristales de luz, como diamantes, que caían desde arriba e inundaban nuestro material. Poco a poco, los cristales daban forma a nuestras conciencias, emergiendo una mujer y un hombre en sus estados terrenales. En este caso ella era una mujer de piel oscura y pelo rizado y yo un hombre blanco con pelo de color de la materia oscura.

El Alma principal, decidía en cada caso cómo se convertiría la energía para poder culminar el ritual. Mi alma, al ser humana, se quiso llamar Luna. A mí, me llamó Cielo.

En otras ocasiones en las que habíamos sido humanos, yo había pertenecido al sexo femenino, y mi alma al masculino,  era igual de placentero. Cuando fuimos habitantes de Képler-186, la forma humanoide de color verdosa para el sexo que equivaldría al femenino, era de un tamaño más elevado, pues engendraban mucha descendencia en cada ocasión. La forma para el hombre, era más pequeña, de color azulado y con una herramienta sexual del tamaño de las extremidades inferiores. Y así, con todas las especies y sub especies con las que cumplíamos nuestra misión.

Luna quiso encomendarse a un acto con más de dos participantes. Con otro aliento, encomendó a una tercera figura, perteneciente a una élite inferior a la mía. Eran almas energéticas, denominadas Kao, que colaboraban a que los universos fluyeran en armonía. Inmediatamente, la lluvia de diamantes originó sobre la esencia de Kao la figura humana deseada por Luna. Una mujer de piel blanquecina y pelo rojo y liso, con senos voluminosos, cuyas glándulas alimenticias apuntaban a la parte superior de la estancia. La llamamos Sol.

Sin prisas, comenzamos a cumplir con nuestra finalidad:

Luna, se acercó lentamente a Sol. Desnuda, con el pelo recogido en trenzas, caminaba casi flotando por el lecho creado por mí. Su mano acarició a la de Sol. Las manos de piel oscura, mulata, rematadas por unas uñas ligeramente alargadas, contrastaban con la piel blanca, casi trasparente, de los dedos de Sol. Sujetando sus dedos, con la extremidad izquierda, con la otra realizaba una invitación a que me acercara a ellas. Mientras yo, obediente, flotaba al encuentro, sus caras se unieron en un suave beso. Al acercarme, se separaron y comenzamos a invocar al poder de la vida. A la manera humana. Entre los tres, sin palabras, pues nuestras mentes se comunicaban por la intersección de la de Luna, interactuamos durante un tiempo indefinido. El aroma del lecho y las burbujas flotantes, creaban una atmósfera que contribuía al frenesí de los tres cuerpos. A medida que el placer de nuestra Alma Iluminada, aumentaba, una bola de luz anaranjada iba surgiendo sobre nuestros cuerpos humanos. Sol, iba satisfaciendo cualquier deseo mío, y con ello, conseguíamos el éxtasis de Luna. A medida que llegábamos al máximo placer posible, nuestra guía, reestablecía las condiciones físicas de nuestros cuerpos, para conseguir los objetivos de las mentes.

Llegó un momento, en que la energía anaranjada cubrió toda la estancia. En ese punto, ya no requerimos más de la acción superior y nos abandonamos al dolor de estar exhaustos tras los actos sexuales. Nuestras formas humanas descansaban con las extremidades entrelazadas. De los poros de la piel, fluía un líquido denominado sudor. Nuestros principales órganos sexuales, enrojecidos, escocían y dolían por el uso frenético y constante. Entre nosotros, en ese momento no había jerarquías ni castas. Éramos tres seres relajados tras producir múltiples emanaciones de energía satisfactoria, que se condensaba en tono naranja, envolviendo la estancia. La complicidad establecida en el acto, se refrendaba a través de caricias y besos, acompañados por sonrisas y miradas de admiración y agradecimiento mutuos.  El objetivo estaba cumplido. Luna volvería su configuración de ser etéreo, Sol, a su dimensión a realizar sus funciones, y yo, debía permanecer unos instantes más, ayudando a concentrar toda la energía en un recipiente, que sería aportado en el cónclave.

Después, recogí el estadio, dejando la materia del lecho recogido y preparado para otra ocasión.

Todas las Almas superiores, descendían a la reunión con sus frascos de energía vital, ocupando sus correspondientes lugares.

El desfile de almas inferiores a ser promocionadas o perpetuadas en sus universos, dimensiones y especies, comenzaba. Cada encargada vertía su energía sobre su jurisdicción y la directora del evento, decidía si se evolucionaba o no. En un proceso en el que el tiempo no era un problema, pero sí las cantidades de energía vital y el número de conciencias propuestas en cada cónclave.

Una vez terminado mi trabajo, mi alma volvía un universo asignado.

 

Me desperté sobresaltado. Más que una cabezada,  parecía una eternidad, porque ya se escondía el sol por poniente.

-          ¡La leche! Vaya mega siesta que me dado. Tengo hasta hambre- me dije a mí mismo.

Durante los días siguientes a las sesiones en las que ejercía mi destino, no era completamente consciente de lo que me había pasado. Volvía a la vida de manera algo traumática, pero sin recordar nada. Algo parecido a lo que le pasaba al protagonista de un relato que había leído cuando era más joven. Por lo visto, el autor, era un tipo simpático al que le estalló su vida de repente y, escribiendo como terapia, intentaba curar sus heridas mentales. Al final no sé que pasó con él…Bueno, intentaré no seguir enrollándome.

Por eso, me levanté y me dirigí a la cocina, cuando un brillo extraño llamó mi atención. Provenía del marco de foto de la repisa. Me fijé en la foto. Ahí estaba yo, adolescente, moreno y guapetón, de la mano con una chica pelirroja con el pelo lacio. Preciosa. No recordaba su nombre. Parecía una foto de una graduación del instituto. Al fondo, una profesora cubana, que no lo parecía, pues el tamaño de sus tetas era descomunal, (un amigo siempre decía que las “hembras cubanas son culonas, pero no tetonas”) con rastas en el pelo, miraba a la cámara con una enorme sonrisa de satisfacción dibujada en su cara. Me recordaba a algo, pero no sabía a qué. Lo que estaba seguro, es que la foto, no pertenecía a ese marco. Pero bueno, yo y mis paranoias.  Llegué a la cocina y me puse ciego de nachos con guacamole del Macrudona. Luego me comí una lasaña congelada y una tarrina de litro de helado de chocolate. Perecía que había estado corriendo una maratón de montaña. Aunque notaba un dolorcillo en mis partes nobles, no le presté más atención, pues llevaba varias semanas sin usarlas, será eso. Total, que me puse “hasta las manillas “de tanto comer y me acosté, quedándome dormido profundamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“…tienes ese silencio  y esos ojos tan magos…”

Capítulo III: ”Función 2”.

 

Otra de las funciones de las almas del segundo nivel, era evitar a través de la interrupción de la vida actual, un mal mayor entre sus congéneres.

En algunas ocasiones, seres con vida en sus distintos universos, desarrollaban extrañas capacidades. La energía transmitida en los juicios de almas, como todo en la creación, debía tener una parte que fuera capaz de limitar de alguna forma a la propia energía. Todo tendría una cara contraria. La luz, el progreso de almas, se veía reflejada en una oscuridad que limitaba y paraba el incesante progreso positivo de las almas. Al igual que millones de seres permanecían en sus dimensiones durante miles y miles de reencarnaciones, hasta que lograban progresar, había otros, que eran degradados. Su luz, se había visto transversalmente invadida por una parcial oscuridad que empujaba a su sujeto receptor, a hacer el mal a sus iguales, a su entorno común o a especies que convivían en la misma dimensión y en el mismo espacio físico.

No se trataba en ningún caso, de lo que los mortales puedan llamar “mal” con cierta generalidad: las mentiras, de los engaños, de las faltas de respeto al honor, de amargar la vida de otros, de robos, asesinatos previstos en el orden Iluminado, cualquier ruptura puntual del equilibrio, o daños esporádicos al ecosistema físico, en formas de cambios poco significativos a nivel elevado de conciencia.

Se trataba de hacer daños cuyas consecuencias dispararan las alarmas a nivel inter dimensional. Genocidios, catástrofes que llevaran a la destrucción de planetas o asteroides propios o de otras civilizaciones, aniquilación de especies en corto espacio de tiempo. Incluso ataques de oscuridad hacia elementos iluminados.

Estos seres, eran detectados por las almas del nivel superior. En sus primeras etapas de desarrollo y madurez, incluso de recién nacidos. Las Iluminadas, el segundo nivel o el tercero, no eran capaces de destruir a los seres bajo sus cuidados. Pero los señalaban, siendo función de mi casta, conseguir acabar con ellos, evitando las consecuencias futuras de los actos destinados a estos elementos oscuros. En cada universo y dimensión, en cada especie, debíamos conseguir su elevación al cónclave lo antes posible, para poder degradar el alma promover una adecuada progresión, mientras se autocorregían las interferencias.

Cuando por algún devenir del destino, no era posible o no era conveniente, acabar con esa vida, se proponía un cambio en su derrota, de manera que “olvidara” su misión aniquiladora, y cambiara el rumbo hacia otros acontecimientos no dañinos.

Estos sujetos, independientemente del sexo, eran capaces de desarrollar niveles de violencia mental sin referencias. Es decir, sus mentes, desde las primeras etapas de su desarrollo, imaginaban hacer daño, disfrutando y acallando sus voces internas atormentadas. No hacía falta que los hubieran experimentado previamente, ni física ni verbalmente. En su naturaleza, estaba la interferencia que, poco a poco, iba oscureciendo la luz, hasta hacer del individuo un auténtico destructor de vida.

Entre los individuos de su propia especie, era imposible reconocer esa línea futura. Para las A.I.  sin embargo eran muy fáciles de localizar, pues eran parte de sí mismas, como el resto.

En mi caso actual, la Humanidad desarrollada en un planeta autodenominado Tierra, la localización se activaba en mis sueños, pero no era exacta. A través de señales, mi misión consistía en localizar y orquestar su fin. No siempre lo conseguíamos. Las Almas del segundo nivel estábamos limitadas para actuar con plenos poderes, debiendo hacerlo con las posibilidades que ofrecía la vida en nuestra civilización. Algunas civilizaciones eran más elevadas que otras y parecía más sencillo elaborar ese fin. También tenían más fácil localizar al individuo. En la Tierra, podían pasar años hasta que llegaba el contacto, y más años hasta que llegaba el final.

Las condiciones del cuerpo eran muy limitadas. Los seres habitaban un plano muy inferior de consciencia y no entenderían las actuaciones ni los sacrificios inmediatos para conseguir un beneficio posterior. Además, la vida útil de las personas, duraba unos sesenta años terrestres y a veces, no daba tiempo en una encarnación de un alma segunda, a llevar a cabo todos los objetivos. La longevidad en la Tierra, rondaba los 80 años, pero su madurez, se adquiría hacia los 25, y a partir de los 75, eran escasos los cuerpos plenamente funcionales. En las lunas de Saturno, la longevidad eran unos 400 años terrestres, en Antares, unos 600 y casi 550 de productividad. El ser humano terrestre, se movía por impulsos sexuales y buscaban una innecesaria estabilidad material, despreocupando la formación interior, quizás por su nula exploración del entorno y por no conocer ni interactuar con seres algo más avanzados.

Todo se andará…digo yo.

Las señales que identificaban a los sujetos: para las hembras, una mancha oscura en la muñeca izquierda; para los varones, una extraño remolino en la zona alta del cabello, de derecha a izquierda; Era comunes en ambos: dificultad de socialización en los primeros años, vergüenza ante el sexo opuesto frente a fantasías sexuales, nacimiento en el seno de una familia con poder económico, indiferencia hacia el dolor ajeno y hacia el amor de sus familiares directos. Aparte, por supuesto, de demostraciones públicas de los actos deleznables, siempre en progresión negativa y en la medida en que sus congéneres les permitieran realizarlos o cumplieran sus órdenes.

 

 

 

 

 

 



 

 

“…el hermano pequeño, al que quiero y extraño…”

Capítulo IV: ”Sofía”.

 

Esa noche no pasó nada excepcional. Mi cabeza era una olla a presión durante los estados de sueño. En esos momentos conectaba con mi realidad. Con mi esencia, con lo que era en realidad. Afloraban miles de experiencias inexplicables para seres humanos terrestres, antarianos, keplerianos, erianos, etc. Tampoco para ninguna especie de las cientos de reptilianas, grises, ni de inteligencias artificiales. Explotaban en mi limitada mente en un guion sin apenas sentido, aunque perfectamente orquestado. Contactaba con mi Alma superior y con mis inferiores en unos diálogos informativos con tera millones de  datos. Comentábamos y satisfacíamos nuestras necesidades de estar con los nuestros. Para una mente “normal”, podrían parecer las más extrañas pesadillas en las que se mezclaban temores, seres con los que habíamos tenido algún tipo de contacto, elementos sexuales inauditos, angustias y ansiedades. Todo lo cual, provocaba ansiedades e insomnios. Algunas almas de niveles inferiores, no eran conscientes de su esencia real, y sufrían esas consecuencias durante toda su vida física. Llegaban a enfermar, incluso a un estado de locura. Era decisión superior, activarlas en ese momento temporal, o en otros posteriores, dejando madurar las consciencias hasta que fueran verdaderamente necesarias y estuvieran preparadas para el paso a conciencia más elevada. El tiempo como tal, se detenía en nuestros encuentros y al despertar, volvíamos a la dimensión de destino.

No me enrollo más…

El caso es que fui recuperando poco a poco mi “memoria”. Los siguientes días, pasaron con normalidad. En esta vida que llevaba, era empresario. ¿Suena bien, verdad?

Mi empresa era un chiringuito que abría por la tarde y cerraba a altas horas de la madrugada. Las personas venían a bailar y a conversar. Por supuesto, a beber. Y algunas, incluso comían algo. Estos humanos….

Acudía casi todos los días para abrir, trabajar y cerrar. Bueno, no siempre cerraba. Para eso tenía un encargado. Además de varias camareras temporales y de mi “chica para todo”: Sofía.

Lo de para todo, no hay que verlo por el lado oscuro. Cocinaba, instruía a las camareras, controlaba las mesas, me ayudaba a hacer caja, echaba a los borrachos… ¡para todo!

Era una tipa genial. No era muy alta, pero no tenía ningún problema con eso. Deportista, había sido triatleta y ahora corría carreras de montaña. Ahí fue donde la conocí, en el “Trail La Capitana” de hace algunos años, que era una carrera que se celebraba por los maravillosos montes del Rincón de la Victoria, en Málaga, donde vivíamos. En una de las bajadas técnicas del Cerro Tío Cañas, me pidió paso por la izquierda. Yo me equivoqué, y me desplacé hacia esa dirección, por lo que los dos, acabamos rodando. A pesar de las magulladuras y del mosqueo inicial, creo que se apiadó de mí, al verme tan verde por esos lares, y acabamos la carrera juntos. Comenzando una amistad que duraba hasta hoy. No sin discusiones y encontronazos laborales, aunque nunca nos habíamos ido a la cama enfadados el uno con la otra, ni viceversa. Algún entrenamiento juntos, consejos sentimentales, cenas en sitios a los que nos invitaban colegas en inauguraciones y varios cursos de formación habían cimentado una excelente relación de amistad y confianza mutuos. Como no, tuvimos nuestra noche de ERATA. El primer año de relación, cuando necesitábamos dar un cambio a nuestras vidas, y yo me decidí a arrancar con “Velero”, como sitio vip en mi pueblo, tuvimos nuestra noche especial. Tras una cena en un hotel rural, un poco de baile en la plaza del pueblo en la que se celebraba una verbena, conseguimos vibrar en el mismo plano. El mundo no existía a nuestro alrededor, se paró el tiempo. (jeje).  Sólo sus ojazos color miel fijos en los míos. Hasta que unimos nuestros labios y terminamos generando energía pura, universal, viendo ambos las estrellas, en una pequeña habitación del hotelito, con el techo de cristal, con las estrellas como mudos testigos del acto. Ese cuerpecito perfecto, terso, con las curvas perfectas, la piel morena, el pelo corto, lacio, negro….me acuerdo perfectamente de todos los detalles, de todos sus movimientos, de las maniobras que realizaba, como el sudor empapaba nuestros cuerpos, las miradas que hablaban, las bocas mudas, el aliento compartido absorbiéndonos mutuamente,  el sabor del amor…una y otra vez en una noche interminable.

Pero… Hice trampas, porque conseguir invocar parte de mi YO superior y ella se volvió loca de placer. Me confesó días después, que jamás había sentido igual. Para mí fue fácil, pues leía en su mente y adivinaba lo que le apetecía. Entraba en su más profunda conciencia, ésa que no sabía ella que tenía, y me aproveché de ello para hacerla llegar tantas veces al éxtasis hasta quedar rendida.

Bueno, su esencia no iba a ser dañada, no me tenía que sentir mal. Además de que mi superior, no me lo habría permitido. Ni mi condición de alma de segundo nivel, planteaba mínimamente hacer el mal a un ser. No era nuestro momento. Ella tenía otro destino. Pero como restaban años para ejercerlo, no hubo problemas. Disfrutamos y seguimos con nuestra relación especial.

Estábamos en una noche tranquila en el trabajo. Antes de salir de casa, noté un fogonazo en el salón. Me asomé para echar un vistazo, y lo único extraño que pude notar, era que el marco no estaba en su sitio. Se había desplazado. Lo coloqué sin fijarme en la foto y me fui sin más.

Sofi, estaba cabreada, para variar, porque habían empezado a trabajar dos chicas nuevas y no daban pie con bola. Una era estudiante del Grado de Magisterio de Infantil de la Universidad de Málaga, que no tenía experiencia en barra, pero le ponía muchas ganas. Ya se le habían caído dos bandejas y se negaba a volver a las mesas. Así que, hacía lo que podía, la pobre. La otra era más espabilada, pero estaba más atenta a los chicos que entraban que a servir mesas y atender comandas, je, je, esta juventud. Sofi, no daba abasto con las ensaladas y las hamburguesas, cambiando barriles de cerveza y reponiendo hielo. Para colmo, Juanjo, el que se encargaba de la seguridad y de cerrar, llegaba tarde o no llegaba, porque a esas horas y sin aparecer. Menos mal que no estábamos llenos. Un par de cenas y una mesa de un grupo celebrando algo.

Así que decidí echar mano. Era el jefe, pero no me importaba. Además, algo me decía que tenía que estar ahí.

-          Menos mal que has llegado. Estas dos me tienen frita.

-          Las elegiste tú, recuerda.-  le contesté.

-          Ya, y ¡en qué momentoooo! Chilló. Si no fuera porque la morenita de la barra es mi vecina, no la habría llamado. La ligoncilla, es su prima. Necesitaban trabajo y creo que tienen futuro, pero el primer día es duro para todas.

-          Ya, y más con la jefa ésta…je, je

-          Anda y colabora que no estoy de humor. Acércate al agrupo que parecen que quieren algo, por fi. Me rogó dándome un pellizco en el culo.

Como negarme. En el momento en que acercaba, un flash me dejó paralizado. El protagonista de la celebración era un objetivo. Un ser con interferencias. Su aura, irradiaba color negro. Yo, encaraba la mesa con él, sentado en un extremo y dándome la espalda. Pudiendo apreciar perfectamente el remolino.

-          ¡Hola! Saludé. Eran tres chicos y cinco chicas. Todos lo escuchaban hablar con admiración o miedo, era difícil de distinguir.

-          Buenas “Hulio”- se dirigió a mí con prepotencia. Trae una botella de Botani y copas sólo para los tíos. A las tías les traes una botella de vino blanco normalito, que éstas todavía, no saben apreciar lo bueno de la vida.

-          Como no, respondí confuso por la cara de sus compañeras.

-          ¡Venga y rapidito! Que tengo que celebrar bien que acabo de terminar mi carrera de Ciencias Políticas y tengo que intentar celebrarlo también con varias de estas pelotilleras.

Preparando las botellas, mi cara cambió por completo. Sofía, que me conocía hasta metido dentro de un saco, enseguida se percató.

-          Problemitas, ¿no? Es un chulo y un maleducado.

-          Bah. No te preocupes. Yo lo atiendo y que se largue pronto.

Mi entras preparaba la cubitera y las copas, otro flash. El personaje en cuestión, debía de ser reconducido. Sus ideas políticas, empezaban con machismo y dominación de las mujeres, debido a su falta de cariño en su infancia. Poco a poco, iría escalando en puestos de relevancia en cuanto a poder, hasta conseguir perpetuarse en el mismo. Con los años, arruinaría el país. Con su egocentrismo, pasaría a formar parte de una nueva corriente ascendente por todo el planeta, que cambiaba el orden establecido, basándose en poder absoluto sobre sus súbditos, clases sociales muy diferenciadas y esclavitud moderna. La democracia dejaría de existir bajo su mandato. Para conseguir esto, no dudaría en encarcelar y hacer desaparecer a todo oponente. El nuevo orden mundial, acabaría con la destrucción de los países como se conocían hasta ahora. Habría una élite gobernante sobre los restos de una empobrecida población superviviente a un holocausto nuclear. Durante años, se refugiarían en la Luna, en una base secreta común de chinos, rusos y americanos. Cuando cesara la lluvia ácida, volverían como dueños absolutos del mundo, y la civilización, cada vez más reducida, acabaría sucumbiendo como tal. Por supuesto, el Planeta, quedaría arrasado y llegaría a implosionar por la atmósfera perdida como tal, una gravedad alterada y los daños de las explosiones.

Y todo esto, mientras echaba hielo en un cubo…

Mi ser Iluminada, me lo había transmitido en sueños. Lo que no había recibido todavía, eran las instrucciones sobre qué hacer con él.

Se acercaba ya la hora de cenar. Las niñas se habían marchado súper contentas. Les pagábamos a diario. No había muchas propinas, pero la más tímida, Maca, agradeció el salario para su coche nuevo, regalado por su madre con la condición de mantenerlo ella. La otra chica, ya pensaba en la ropa que se iba a comprar. Sofía estaba muy preocupada porque el grupito no se cansaba de pedir. La borrachera iba en aumento, y con ella, las expresiones fuera de lugar y de tono, no sólo del señalado.

-          Pásales la cuenta y que se vayan, estoy cansada y tengo un mal presentimiento, me comentó.

-          Tranquila, eso voy a hacer. Recoge la barra y quita la música. Ya estamos fuera del horario y no necesitamos más denuncias.

Reconozco que a mí tampoco me apetecía el plan. Pero bueno. Allá iba. Más atento a un posible flash que a la mesa en sí misma. Pensando si tendría que actuar como dueño de chiringuito o como ser de segundo nivel.

Nada, les ofrecí la cuenta e intenté poner el máximo de educación en mis palabras, pues la situación estaba calentita y no quería provocar:

-          Hola. Disculpen, señoritas, caballeros: les dejo la cuenta. Lamentablemente, tenemos que cerrar pues ya estamos fuera del horario permitido. Les invito a que acaben la botella y abonen la cuenta, deseándoles una buena y agradable velada.

Toma ya.

Pero nada. Como si hubiera insultado a sus familiares más queridos o blasfemado a las más santas entidades. Empezando por el principal y terminando por la más callada, todos tuvieron alguna palabrita malsonante hacia mí, mi madre, mis seres difuntos y todas las putas del mundo mundial de todos los mundos, que por cierto, no tenían ni idea de los que había…

Justo cuando se levantaban apreció Juanjo, el seguridad. Menos mal. Ya no estaba yo sólo. No había sido un tipo violento, aunque supiera defenderme bien. Pero eran cuatro tíos y cinco tías con ganas de bronca y unos litros de alcohol y lo que no era alcohol, supuse; por los viajes a los baños de dos en dos. Lejos de calmar los ánimos, se enredó la cosa un poco más. Juanjo también venía cargadito y no de juguetes como los Reyes Magos. A punto de llegar a las manos, conseguí tranquilizar al señalado. Aunque otro de los amigos era el que estaba más furioso. Juanjo lo “acompañó” a empujones a la calle, mientras las chicas lo insultaban. El tipo se fue corriendo. El chulito, pagó la cuenta con un fajo de billetes que se sacó del bolsillo. Lo que sobró, lo tiró al suelo con desprecio, que no era precisamente, lo que sentían las chicas que se agacharon a recogerlos. Y salieron jurando en arameo y amenazando con quemar el bar.

Nos quedamos solos Sofía y yo. Terminamos de recoger apagamos, hicimos caja, apagamos todo.

Saliendo por la puerta, Sofía volvió sobre sus pasos para coger un bolso o no sé qué me dijo. Yo ya tenía en cerrojo en la mano preparado, esperándola. Cuando apareció el chico al que había expulsado Juanjo con una cuchillo de combate tipo “Jungle King” de los que llevaba Rambo en aquella película acompañado del chulito.

-          ¡Ahora, venga, ahora! Espetaba. ¡Échame, valiente! ¡Venga!

-          Tranquilo chaval, a ver si vas a hacer una tontería, le dije.

-          ¡Métele! Le empujaba el señalado

-          ¡No, quietos! Oí a Sofía.

Creo que fue la última vez que escuché su voz.

Mientras me giraba para ver por donde se acercaba ella, el tipo del cuchillo se había abalanzado sobre mí y Sofía se había interpuesto, recibiendo una puñalada mortal en el costado, que le atravesó el corazón, dejándola muerta casi en el acto.

-          ¡No, por favor!, grité, o lloré, o chillé o ya no recuerdo si lo dije para mí mismo.

Sofía, mi Sofi, mi amiga, mi apoyo…estaba tumbada en el suelo inmóvil, sangrando abundantemente por el costado y por la boca. Le cogí la cabeza, la miré a los ojos, me sonrió.

-          No te olvides que siempre estaré a tu lado, me susurró, o quise escuchar en mi mente.

Y me dejó. Allí, en la noche, en la puerta de nuestro bar, de una ilusión compartida y luchada como resultado de un vínculo forjado de años. No era amor de pareja, pero nos queríamos.

Los dos hombres, el asesino y el que lo incitó se quedaron de piedra. Alguien llamó a la policía. Los detuvieron. Y estuvieron años en la cárcel.

Volví a casa con dolor. Me tumbé en el sillón. Miré el marco dorado que había recolocado antes de irme, sin saber que la vuelta a mi casa, iba a ser así de humana. Las lágrimas afloraban en mis ojos. Yo sabía que la pérdida de existencia terrenal era un paso hacia algo mejor. Pero lloraba. Quizás por la adrenalina del momento. Quizás por pena de no volver a ver a Sofía. Quizás por Miedo. Miedo con mayúsculas. Miedo terrenal y humano. Miedo de no saber encajar una pérdida así. Miedo por mí. Entendía a los humanos cuando lloraban a los seres queridos, pero comprendía también, que ese dolor era auto infligido. Cuando desparece del plano en el que vivimos alguien amado, la tristeza nos invade por no saber cómo superar ese sentimiento de echar de menos a alguien a quien no volveremos a ver conscientemente.

En mi foto, aparecía yo. Claro. Ya no era adolescente, estaba en mi edad actual, sentado al borde de un acantilado, haciendo una foto a Sofía, que saltaba al mar sonriéndome. En el mar, debajo de nosotros, se veía un kayak, volcado, al que dos tipos intentaban dar la vuelta para subirse.

El alma señalada no fue llevada al cónclave. Fue reconducida. El proceso, como ya expliqué, podía durar años, incluso fallar. Pero esta vez, fue fugaz. Fogonazo y crac. El destino de Sofía estaba escrito. Dar su vida por alguien querido. Su alma, estaría preparada para un ascenso en éste o en otro Universo. Tal vez, fuese yo testigo del mismo.

La vida de David, el futuro destructor de almas, dio un giro radical desde que entró a la cárcel. Allí se dedicó a ser un hombre de su dios. Se formó en Teología. Se arrepintió durante el resto de sus días de haber sesgado la vida de una persona. Fue consciente de que él, aunque no empuñó el cuchillo, asesinó a una mujer. Desde la cárcel y cuando salió, dedicó su vida a intentar reparar el daño, siendo voluntario en todo tipo de asociaciones benéficas. Usando su destacada inteligencia para hacer el bien a sus congéneres. Aprendió y transmitió, el respeto hacia las mujeres. No se casó ni tuvo hijos, pero su reconducido rumbo, lo ayudó cuando llegó al cónclave, a no ser degradado, permaneciendo varias vidas más en la Tierra.

El otro asesino, se suicidó. No se acordaba de nada pues estaba muy drogado. En eso se escudó. Intentó librarse de su pena y nunca pidió perdón ni mostró arrepentimiento. A los tres años, apareció colgado en su celda. No fue capaz de darle la vuelta a su embarcación volcada y su alma fue degrada en un cónclave en el que no estuve yo.

Y Sofía, siempre estaría en mi mente. Como no, la eché de menos. Su apoyo, su amistad, su mirada fija en mí antes de abandonarme, con paz. Como si hubiera cumplido su misión, tranquila, descansado aunque fuera de una forma violenta e inesperada. Una vida corta pero intensa, siempre intentando ser mejor persona, mejor mujer, ayudando y formándose en todos los aspectos, tanto físicos como espirituales. Disfrutando y siendo raro verla sin una sonrisa dibujada, sincera, perfecta. Una vida joven, sacrificada por un ser querido. Una luz al final de un túnel que guiaba e iluminaba a todo el que quería estar a su lado; a mí, por supuesto, en todos los aspectos terrenales. Y a los que no, también.  No volví a tener un encuentro de esa intensidad en esta vida, con ningún otro ser. Ella sentía esto mismo por mí. Lo sé. Al final, dudaba si era otra alma de segundo nivel, pues entre nosotros, no nos identificábamos ni podíamos hacerlo aunque quisiéramos. Estoy seguro que volaría muy alto. Mi parte humana se quedó con un vacío enorme. Pero estoy tranquilo, pues estará mejor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 

“…nada te haría tan especial, discutir o hablar, comunicarte de forma que te entiendan tantos…”

Capítulo V: ”Lola”.

 

Pasaron meses desde el incidente. En mis sueños, Mi alma iluminada se apareció y me confirmó mi acción cumplida con David. Me aseguró la evolución de Sofía y me convocó a dos cónclaves más. Del último, todavía estaba recuperándome. Esta vez fue con una raza humana evolucionada, en la que la actividad sexual más placentera posible en la Tierra, no tenía ni un mísero porcentaje del placer que habían conseguido. Por lo que mi recuperación fue más lenta, desapareciendo casi por completo mi deseo sexual terrenal. Había cambiado de trabajo. Cerré el bar y me dedicaba a entrenar un equipo de rugby a nivel profesional. El Club de Rugby Victoriano, acababa de ascender de categoría después de una grandísima temporada y un play off genial. Ofrecí mi currículum vitae y, con un poco de “ayuda” espiritual, fui elegido sin problema. Mis días eran tranquilos. Deporte y sol por las mañanas, y entrenamientos por las tardes. Aparte del equipo senior, me encargaba de la escuela infantil. Un montón de niños y niñas a los que les encantaba este maravilloso deporte cargado de valores positivos, como respeto, competitividad, gusto por aprender y trabajo compartido. Se me daban bien los escolares y disfrutaba con sus juegos, sus risas y viéndolos crecer y madurar a través de la actividad físico-deportiva.

La foto de mi marco mágico, volvía a estar difusa. No la miraba mucho porque me recordaba a Sofi. Pero intuía por algún destello, que iba a cambiar pronto.

 

Una pista más de que mi vida como Alma de segundo nivel iba a ponerse pronto a trabajar, era que volvía a tener sueños extraños. Entre ellos, tenía un sueño que se repetía, lo que me indicaba que otra de mis funciones, estaba a punto de ser desarrollada con un objetivo al que reconocería en breve.

Se trataba de un par de bolitas marrones y blancas, como si fueran canicas, pero difusas. De un material indefinido, suave y vaporoso. Estas bolitas giraban una sobre la otra en la palma de una mano. Una mano pequeñita. Adquirían velocidad y se iban elevando en un giro cuya estela, formaba la imagen de un pequeño ave fénix. A medida que se formaba el pollo, las plumas de la cola, adquirían tonalidades color naranja, hasta convertirse en fuego. El pájaro, se elevaba como un fuego artificial y estallaba en una lluvia de gotitas rosas que se convertían en copos de algodón. Cuando en el sueño bajaba la mirada para ver a quien pertenecían las manos, los copos me impedían distinguir sus facciones y ahí se acababa.

Por tanto, estaba seguro que se trataba de otra visión sobre un objetivo. Esta vez, no se trataba de reconducir. Se trataba de una función que, personalmente me hacía sentirme mejor, pues no implicaba daños, muertes, impactos emocionales ni ningún mal inmediato encaminado a un futuro mejor.

Esta función,  trataba de promocionar inteligencias talentosas y dar un empujón hacia su futuro, en cuyo desarrollo, sería capaz de mejorar la especie, el entorno planetario o ayudaría a evolucionar la vida de futuras generaciones.

Era una tarde “tonta y caliente”, como cantaban los Estopa. Había estado por la mañana andando en bicicleta por los montes de las Axarquía con un gran amigo, que rodaba como una moto, por cierto, y después me había dirigido a la playa para meditar al sol. En ese ratito de interiorización, había conseguido vibrar en la misma onda que mis Almas compañeras. Me pude conectar con mis “gemelas” y con mis superiores. El sonido de las olas rompiendo con ligero viento de levante, en la orilla de mi playa favorita del Rincón de la Victoria, unido al calorcito del Sol, la gran estrella proveedora de energía, en una mañana de mayo, hicieron el resto. La experiencia fue de mucha calidad, y en ella, como en todas las demás, hubo una generosa afluencia de energía sexual, previa a la revelación de la misión venidera. En el transcurso del acto de comunión astral, fui plenamente consciente de lo que debía hacer. Al volver de mi viaje, a la realidad planetaria del momento físico, había pasado más tiempo de la cuenta, y se había pasado la hora del almuerzo. En mi humanidad, tenía más pistas, pero éstas, serían confirmadas a medida que se realizara la misión. Volví a coger la bicicleta para comenzar el entrenamiento de la escuela infantil.

Allí estaba. Con 14 niños y niñas de entre 5 y 7 años. Encantados de entrenar y con infinitas ganas de pasarlo en grande con esos balones en forma de melón, esas colchonetas a modo de escudos protectores y esos juegos de persecución con cintas de colores a modo de colas de animales. No sé si disfrutaba yo más que ellos…

Ya entrados en el entrenamiento, me percaté que el coordinador de actividades se acercaba a mí, acompañado de una mujer con una niña de la mano.

Casualmente, el físico de la mujer me recordaba enormemente a Sofía.

-          ¡Hola Pelayo!- me saludó el coordinador-. Vamos a tener una nueva jugadora de Rugby.

-          ¡Hola!, contesté. ¡Qué bien! ¿Cómo te llamas?, pregunté mirándola a la cara

-          Se llama Lola, -contestó la madre-. Yo soy Luisa, encantada. Es un poco tímida al principio, pero ha decidido que quiere estar aquí, y lo vamos a intentar si te parece.

-          Pues claro que sí. Les dije. Vente con los niños que te presento a tus compis de equipo y jugamos un rato.

-          Pero, ¿ya?, dijo la madre, pensaba que tendríamos que venir otro día.

-          Ya, cuanto antes mejor, si no te importa. Ahora te vas con él, mientras a arreglar el papeleo, que yo me llevo a esta niña tan guapa. Además, la veo con ganas, ¿a que sí?

En ese momento, Lola me miró, me sonrió para asombro de la madre y me dio la mano. Mientras yo miraba la manita para cogerla, me di cuenta que era la misma manita que veía en mis sueños.

Lola era un encanto. Por lo visto, no hablaba con casi nadie. Me enteré después. Pero en el entrenamiento, era la animadora principal. Los ojitos azules le brillaban cada vez que pisaba el césped artificial del Estadio Manuel Becerra. Cuando llegaba, se notaba pues contagiaba su alegría al resto de niños y niñas. Sus ricitos morenos, recogidos en una coleta, danzaban detrás del balón mientras jugaba y disfrutaba con los demás compañeros. Tenía 7 años y una inteligencia fuera de lo normal. Hablaba con todo el mundo y en dos días, la conocían todos los equipos, incluso el equipo senior. Y ella llamaba a todos los jugadores por su nombre. Bueno, a los jugadores, a los limpiadoras, a los entrenadores, a las conserjes, al de mantenimiento, a los demás equipos de otros deportes que entrenaban allí…Una pizpireta que se ganaba a las personas con una preciosa sonrisa y una simpatía, que hacían alucinar a su madre. Por lo visto, en su entorno escolar, era todo lo contrario. No hablaba con nadie y no prestaba ningún interés por el tema académico. Quizás, porque su mente estaba ya a kilómetros de distancia de la de sus iguales.

Lola, estuvo tres años con nosotros. Creció y maduró. Ella tenía muy claro lo que quería. Yo intuía que era sabedora que estaba destinada a algo más, y que su camino, pasaba por el Rugby. En el sueño, los copos rosas, dejaban claramente visible, su carita iluminada.

En esos años pasaron miles de cosas y algunos cónclaves. Pero la misión “Lola”, seguía en camino. Trabajamos su espíritu de lucha, de no dar nada por imposible sin intentarlo, de trabajar en equipo y de respetar y amar a todos los compañeros y rivales, como fin del deporte, que representaba a la vida real.

Durante unas vacaciones de Semana Santa, tuvimos una visita de un club inglés. Vinieron a pasar unos días y trajeron a varios equipos de categorías inferiores. La visita culminó con unos partidillos con los jugadores hermanados y mezclados. En uno de ellos, brilló Lola, claro. Era de esperar.

El futuro de la niña en Málaga, estaba muy limitado, pues su madre, estaba más preocupada de su propio físico que de ella. Todo el dinero que había heredado Lola de su padre, lo gastó Luisa en cirugías estéticas, en coches caros y en vivir a tope. Ella estaba condenada a estudiar de forma auto financiada y a una vida de lo más convencional.

El entrenador del equipo inglés, que hablaba perfecto español, en la comida que hicimos de despedida conjunta, me preguntó por vario chicos de las categorías inferiores.

Enseguida, yo, empujado por mi interior, le hablé de Lola. La describí como una brillante jugadora, como una estupenda compañera. Él, me preguntó por sus notas académicas. Preferí comentarle que era una genial autodidacta, que su mente no iba de acuerdo a su edad y que sus posibilidades, una vez motivada, eran infinitas. Tampoco la conocía tanto, pero estaba seguro que esas palabras que surgían de mí, iban dirigidas por algo superior a todos los humanos que estábamos presentes.

Por lo visto, con la excusa del rugby, buscaban talentos para su academia. Preparaban a los niños con una educación en valores y encaminada a futuros talentos, pues contaban con universidad privada. Si conseguían pasar unas pruebas físicas e intelectuales, conseguían una beca hasta completar su formación, con un compromiso que incluía, finalizar allí y promover con los éxitos posteriores, la continuidad de dicha universidad.

Era la oportunidad de Lola. Sólo faltaba convencer a su madre y pagar el viaje y la estancia mientras duraran las pruebas.

 

 

 

Lo de la madre, fue muy fácil. Veía a su hija como un “imposible que le impedía desarrollarse como mujer y además, no podía con ella”. Enseguida le presenté al entrenador a la niña. En un inglés hablado y pronunciado como una nativa, se expresó dejando alucinados a propios y extraños. Mike, el inglés, se quedó prendado y no dudó ni un segundo, de que había encontrado lo que venía a buscar.

Todavía recuerdo esa mirada con ojillos brillantes. Entre asustada y emocionada ante el futuro que le esperaba, cuando le planteé la posibilidad de marcharse a otro país a construir el futuro al que estaba destinada. Me miraba como se mira a un padre ante un regalo sorpresa. Con un asentimiento de cabeza, nos fundimos en un interminable abrazo, culminando mi “trabajo”. Mi mejor trabajo por ahora. En realidad, todos eran satisfactorios, pero ayudar a ser feliz a un ser al que apreciaba de verdad, me hacía brillar interiormente de forma especial.

Mi Alma Iluminada estaría satisfecha también al llegar el cónclave de Lola, y ascendería si vivía su vida como ella misma. Sin dejarse condicionar por nada ni por nadie. Viviendo llevada por su convicción y su ilusión por mejorar el mundo en que vivía, desprendiendo esa luz y esa armonía a su alrededor.

Confiaba en ello.

Lola, estudiaría en esa universidad privada inglesa. Se labraría un brillante futuro. Sus triunfos deportivos fueron a la par de una carrera científica fulgurante. En sus viajes por todo el mundo, aprovechaba para recabar información sobre las formas de vida y el funcionamiento celular. Descubrió una rata “topo”, que vivía oculta en un remoto lugar de Nueva Zelanda, donde se enfrentó a las “All Blacks”, jugando con la selección femenina inglesa de rugby. El bicho en cuestión, no moría de forma natural. Sus células tenían la particularidad de regenerarse a partir de un nivel de envejecimiento. Por tanto, si no era por causa externa, vivían eternamente. Formaban colonias que se auto regulaban para que su población no excediera de número de individuos que hacían sostenible el ecosistema en que se encontraban. Vamos, todo un ejemplo para la humanidad terrestre. El caso, es que con sus estudios, consiguió revertir y eliminar las células cancerígenas. Lo cual, le llevó al ostracismo por parte de las farmacéuticas. La prensa se llenaría de descalificaciones hacia ella. Lejos de echarse hacia atrás, fruto de su espíritu de lucha, de equipo y de no saber rendirse, cambió sus rumbos de investigación hacia la vegetación.

Consiguió que las plantas no murieran. Esa aplicación en cultivos del Tercer Mundo, acabó con gran parte del hambre en el Planeta. Estos trabajos, también la enfrentaron a las economías de los gobiernos más poderosos lo que la hicieron encaminar su vida en la empresa privada.

Siguió luchando, claro.

Lo último que supe de ella fue que, tras haber colaborado en un proyecto con el ejército español, “Proyecto Azul”, en el que se destiló un suero que potenciaba las capacidades humanas, terminó trabajando en otros medicamentos, que alargarían la vida de sus congéneres. Con el tiempo, esto conduciría a la Humanidad a una destrucción y a una regeneración, como pasó con el Diluvio Universal. Con el paso de los siglos, los terrestres evolucionarían aprendiendo de sus errores y llegarían a dar importancia al plano mental y de energía vital frente a lo material. Contactar con otras civilizaciones y aumentar sus posibilidades de ascenso en la escala hacia la luz.

Y todo había empezado una tarde de mayo.

 

Después de la barbacoa, volví a mi casa. Nada más entrar, el marco de la estantería brilló llamándome la atención. Lo cogí y le pasé la manga de la sudadera para quitarle un poco el polvo. La foto había cambiado. En ella, un señor muy enchaquetado con cara de inglés, entregaba un trofeo con un balón de rugby dorado a una joven morena con el pelo rizado y los ojos azules, vestida con una toga y una banda honorífica de graduación. En un segundo plano, estaba yo, algo más viejo todavía, pero con una enorme sonrisa de satisfacción,  junto a una señora con un cuerpo espectacular, cuya cara, escondida en unas enormes gafas de sol, dejaba ver algunos estragos causados por el exceso de cirugía estética.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“…tienes ese don que te hace mejor sensibilidad, mucho cariño que regalar, te necesito tanto…”

Capítulo VI: ”¿Fin?”.

 

Mi vida en este planeta andaba cerca de su fin.

Los cónclaves y las misiones se sucedieron de una forma regular y con los resultados esperados. Había más funciones, pero eso da para otro relato entero y no os quiero aburrir.

Pero compartir, ambas dimensiones, iba disminuyendo la vitalidad de mi contenedor humano. La vida había pasado volando para un alma como la mía, como para cualquier alma, pienso ya.

La foto de mi salón, había cambiado con cada sueño vivido, con cada misión acabada, con cada proyecto. Imagino que como la de cualquier mortal. Los personajes variaban según los éxitos y fracasos conseguidos en  la vida. En las fotos de las personas que conocía, se acumulaban recuerdos de un pasado más o menos lejano. ¿Qué si no eran las fotos? Un viaje en el tiempo. Un viaje al pasado. Una imagen que evocaba un momento, unas emociones, unos sentimientos que pasaron y que eran susceptibles tanto, de ser olvidados, como de ser imitados, pues eran imposibles de repetir.

Tiempo que no volvería a darse. Personas en un momento de sus vidas que pasaba fugaz. Escenas que cogían polvo en un marco, que se estropeaba con el inexorable paso del tiempo. Igual que los seres contenidos en ellas. Algunos de ellos, evolucionaban desde esa captura. Tomándola como referencia. Vivían un proyecto de vida acorde. Otros, se deshacían por el camino. Perdían luminosidad y se apagaban espiritual y físicamente. No seré testigo de la inmortalidad de las células, ni de los encuentros con otras civilizaciones, ni de la evolución de la humanidad a un escalón espiritual superior. Al menos, esta vez, en este momento de vida.

Me quedaré con cada instante vivido, con todo el amor entregado, con cada sonrisa provocada, con cada cicatriz en mi corazón…

 Tengo muchas fotos en el alma. Muchos recuerdos a los que evocar. Muchos recuerdos que me han ayudado a vivir. Otros que me causaron mucho dolor y que forjaron mi carácter.

 Muchos puntos de partida. No tuve hijos ni familia elegida. Pero cada ser al que ayudé, reconduje o conseguí alguna emoción positiva, los consideré parte de mí.

Tuve demasiados “empezar de cero” para ser un mortal.

Mi mentalidad me llevó a intentar tirar la toalla en múltiples ocasiones. Con la ayuda de mi Alma superior y con mi condición de alma secundaria, y de algún ser de luz que me crucé en mi camino, salí de los pozos en los que caí, a causa de mi parte humana sin evolucionar. No entender la vida, no comprender el por qué de la condición humana, me llevaba una y otra vez a caer en ansiedad y en castigar mi cuerpo con falta de sueño. A entrar en una dinámica auto destructiva. Las personas hacían cosas muy contradictorias por miedo a lo que pensaran los demás, por temor la imagen dada en una sociedad estúpida y material,  por miedo a perder una posición profesional o económica, un estatus, en vez de priorizar sus sentimientos hacia sí mismos, preocuparse por su interior y, por tanto, por los demás.

Me dejaba llevar y caía en eso yo también. Al final de mis días, veo claro que todo eso es una pérdida de tiempo. Que vivir, es otra cosa. Que los momentos pasan y no vuelven. Que se quedan grabados en una foto en la memoria o se pierden en el olvido, siendo lo importante, vivirlos y disfrutarlos en el instante en que se producen. Sin pensar en las opciones venideras, actuar y ser feliz con esos actos.

Quizás, si los hombres y las mujeres supieran lo que viene después, que van a vivir en otras dimensiones, en otras formas, que tendrán oportunidades de evolucionar, o que estarán siglos sin hacerlo si no ponen empeño, aprovecharían la vida de otra manera. Las envidias, la codicia por los bienes materiales, el causar daño de cualquier modo o forma a conocidos y desconocidos, las mentiras y los engaños, incluso los estatus sociales, carecerían de sentido.

Pero aunque lo reveláramos, no lo querrían creer. Así, que, hasta que no haya  personas que empujen a sus congéneres hacia una realidad más evolucionada, hasta que la vida se alargue y les dé tiempo a ser conscientes de una madurez espiritual, guiada por energía vital, guiada por el amor en todas sus facetas, y no por fanatismos políticos, hacia religiones que no existen, hacia el maldito dinero o hacia el poder sobre los demás, no habrá forma de convencerlos. No habrá manera de abrir los ojos a la gente hacia las preocupaciones verdaderas y no a las insanas para la vida. Me incluyo por la parte que me toca.

Espero haber cumplido.

Estoy en mi cama, a oscuras y empiezo a tener un sueño en el que me falta el aire…me ahogo, veo por un ojo algo amarillo como el sol, mientras el otro permanece en mi cama….

De repente, todo negro. ¿Dónde apareceré esta vez?

Jose.

Comentarios