En este
nuevo relato, he intentado echar cosas que tengo dentro.
Cosas que
me gustarían que salieran de mi mente y compartirlas con quien quiera leerlas.
Las
entradillas son de una canción de David Otero y Cepeda.
El título
es de Beltrán y las fotos de internet.
Como
siempre, espero críticas y sugerencias.
Abrazacos
“…Me
siento tan grande, por tenerte a mi lado…”
Capítulo I:” Salón”
Ahí estaba.
Asomada en una estantería. Una estantería con algunos libros de ciencia ficción
bastante antiguos, de Isaac Asimov, Erich von Daniken, Julio Verne…Encuadrada
en la parte alta del mueble de salón. El marco era dorado. Pero, lejos de
brillar, aparecía ajado, deslucido por el paso del tiempo. Limpio, pero sin
brillo.
En el centro del
mueble, había un hueco enorme para una pantalla de una Smart TV de la misma
dimensión, cincuenta y tantas pulgadas. Una “pechá” de centímetros. La parte
izquierda, estaba ocupada pos dos puertas de vidrio negro sobre madera lacada
en blanco, con algunas copas y vasos de colección, que tapaban las vergüenzas
de un mini bar con licores casi caducados y algún que otro vino dulce, cuyo
tapón, se había fundido con el vidrio, en una especie de pegamento azucarado
que hacía imposible acceder al contenido. La parte derecha contenía más
estanterías con libros de otros estilos: novelas, educativos, aventuras, etc.
El sofá verde con tres plazas, enfrentaba dicho
mueble. Un enorme espejo, coronaba dicho sofá, hundido por un extremo, con los
muelles destrozados de saltar encima. Mueble blanco y negro, el sofá verde y,
la pared pintada de rosa, claro. Una mesita plegable, unos cuadros decorativos
y un par de lámparas, completaban el saloncito, junto a unas puertas
transparentes que se abrían a una pequeña terraza de apenas tres metros
cuadrados en una segunda planta de una comunidad de apenas veinte viviendas.
Por las mañanas,
entraba el sol a través de las cortinas. Los primeros rayos de levante,
alumbraban directamente, durante unos minutos, el marco dorado. En la foto, que
estaba tan borrosa como estropeado el marco, se me veía claramente. El resto
del paisaje y de personas, estaban ahí, pero eran imposibles de identificar.
“…me
regalas la vida, que sin ti yo no valgo…”
Capítulo II:” Almas”
Me acomodé en el
sofá para dar una cabezada e…. inmediatamente cambié de rol.
Un rol que no
había elegido. Una obligación que estaba escrita en mis cartas astrales desde
el comienzo de nuestra vida. Mi alma estaba destinada a esta función.
Existían las Almas
superiores, almas con mayúsculas, dominantes, en un estrato de iluminación;
almas que debían encargarse de perpetuar la “vida”. No solamente la del planeta
en que habitábamos. La vida como tal, en todas sus formas y en todas sus razas.
Controlaban el principio y el fin. Cuando se manifestaban, eran consideradas
como “dioses”. Pero no lo eran. Habían sido generadas cuando no había nada.
Como materia inerte. Parte del Universo infinito. Por encima de los múltiples
universos que confluían en diferentes realidades paralelas. Tantas, como almas
capacitadas para habitarlos. Estas Almas, ellas mismas, se auto construyeron.
Partiendo de lo básico: una razón y su contraria; positivo y negativo; Alpha y
Omega; bien y mal. Todo o nada.
De ahí, evolucionaron
hasta habitar todos los pedazos de materia habitables en los universos. Creando
y manteniendo esa vida. Esos pensamientos y esa magnificencia que daba un
sentido al vacío que contenían a esos millones de formas de vida diferentes.
Orquestaban los
trasvases entre realidades, controlaban el tiempo viviendo por encima de él.
Para estas Almas, no existía como tal. Formaban parte del espacio, por lo que
tampoco tenía secretos para ellas. Orientaban a las formas vivientes. Aunque
con ninguna posibilidad de alcanzarlas, su conciencia guiaba el camino hacia
esa iluminación. Para la cual, se debían de superar diversos obstáculos, en
diversos estados de conciencia y en cientos de universos paralelos, para poder
pertenecer a un estado superior.
Esos caminos,
habían de ser recorridos individualmente, con o sin compañía, pero siendo
amables con el propio ser, por el contenedor de dicha conciencia, por encima de
todo. Si no, se volvían a repetir una y mil veces.
Desde la forma
de vida más básica y minúscula en un planeta deshabitado, hasta civilizaciones
cuya consciencia había evolucionado hasta perpetuarse durante milenios en un
recipiente con vida avanzado, todos tenían derecho a evolucionar.
Desde la
perspectiva exclusiva del mantenimiento vital, se evolucionaba hacia distintos
niveles. Cuando tu Alma Iluminada, tu
supervisora, determinaba que la tuya estaba preparada, un cónclave presidido
por ella y con otras como asesoras, se procedía a su elevación y entre todas,
definían tu siguiente destino.
Las Iluminadas,
eran asistidas por un segundo nivel de evolución, un rango inmediatamente
inferior, del que tampoco se llegaba a más, pero constituían otra jerarquía con
otras misiones delegadas. Luego estaban las almas defensoras, que acompañaban
cual ángeles de la guarda, a las consciencias a los cónclaves.
En esa segunda categoría,
en un nivel para servir al inmediatamente superior, estaba yo.
La reunión
estaba a punto de comenzar. La sala no existía físicamente. Todas las
asistentes se transportaban a esa realidad. En una especie de pared de fondo
oblicua, aparecía el Universo en el que se ce celebraría el cónclave. El suelo
era de materia parecida a la tierra y se elevaba enfrente del mosaico de
puntitos y colores sobre negro, a modo de graderío. Cada escalón estaba ocupado
por una iluminada y su sirviente. Abajo del todo, de un material indefinible en
nuestra lengua, había un pedestal flotando sobre un suelo cuadrado y
translúcido. Pronto, sería ocupada por la Iluminada que presidiría. Las demás
irían descendiendo tras culminar el ritual preceptivo para poder decidir, y se
colocarían formando un círculo perfecto, cuyo punto superior lo constituiría el
pedestal. Las almas a evolucionar, ocuparían el centro, una tras otra, cuando
empezara el acto. En cada ocasión, se aprovechaba para convocar unos cientos de
millones de conciencias, de algún cuadrante en concreto y de algún universo
concreto. Al concluir, las Almas se retirarían a meditar y controlar sus
universos, o a asistir inmediatamente a otros cónclaves de otras dimensiones.
Como ya dije
antes, yo formaba parte de la élite sirviente. Mi casta, era denominada Fie. Y
era parte fundamental del ritual previo al descenso hacia el juicio del Alma a
la que servía. Desde el principio de mi existencia, fui encomendado a tal fin,
y además, me encargaba de velar por el mantenimiento de las especies que
teníamos asignadas. De su reproducción y, en su caso, de su evolución física en
la medida de sus limitadas posibilidades que tenían todas las especias de vida.
El ritual
comenzaba con el A.I. apareciendo en el estadio asignado dentro del graderío.
Inmediatamente aparecía yo y comenzaba preparando el terreno que iba a ser
trabajado.
Amasaba trozos
de materia. Utilizando las extremidades de la especie más cercana a la que
estaba vigilando. En este caso, usaba
unas manos humanas. Preparaba un lecho de tierra, cálida y suave. Lo extendía
por la parte sólida del estadio. Una vez extendida, mi Iluminada, vertía su
aliento sobre ella, formando una apetecible estancia, mullida, como si fueran
nubes de un todo grisáceo, que burbujeaban y desprendían un aroma embriagador.
En el acto
programado, yo debía convocar la energía sexual. La energía de la vida.
Nosotros no teníamos ningún sexo definido. Como en el origen, existían dos que,
al confluir, generaban vida.
Algunas especies
básicas, eran autosuficientes. Con la ayuda de élites sirvientes, conseguían
auto reproducirse sin necesidad de más de un individuo.
En esta ocasión,
yo adoptaba un sexo definido por los parámetros HH y mi Alma guía, utilizaba el
contrario MM. Como nos tocaba humanidad del Planeta Tierra, yo era un hombre y
ella una mujer.
Convocada la
energía vital, se materializaba en forma de cristales de luz, como diamantes,
que caían desde arriba e inundaban nuestro material. Poco a poco, los cristales
daban forma a nuestras conciencias, emergiendo una mujer y un hombre en sus
estados terrenales. En este caso ella era una mujer de piel oscura y pelo
rizado y yo un hombre blanco con pelo de color de la materia oscura.
El Alma
principal, decidía en cada caso cómo se convertiría la energía para poder
culminar el ritual. Mi alma, al ser humana, se quiso llamar Luna. A mí, me
llamó Cielo.
En otras
ocasiones en las que habíamos sido humanos, yo había pertenecido al sexo
femenino, y mi alma al masculino, era
igual de placentero. Cuando fuimos habitantes de Képler-186, la forma humanoide
de color verdosa para el sexo que equivaldría al femenino, era de un tamaño más
elevado, pues engendraban mucha descendencia en cada ocasión. La forma para el
hombre, era más pequeña, de color azulado y con una herramienta sexual del
tamaño de las extremidades inferiores. Y así, con todas las especies y sub especies
con las que cumplíamos nuestra misión.
Luna quiso
encomendarse a un acto con más de dos participantes. Con otro aliento,
encomendó a una tercera figura, perteneciente a una élite inferior a la mía.
Eran almas energéticas, denominadas Kao, que colaboraban a que los universos
fluyeran en armonía. Inmediatamente, la lluvia de diamantes originó sobre la
esencia de Kao la figura humana deseada por Luna. Una mujer de piel blanquecina
y pelo rojo y liso, con senos voluminosos, cuyas glándulas alimenticias apuntaban
a la parte superior de la estancia. La llamamos Sol.
Sin prisas,
comenzamos a cumplir con nuestra finalidad:
Luna, se acercó
lentamente a Sol. Desnuda, con el pelo recogido en trenzas, caminaba casi
flotando por el lecho creado por mí. Su mano acarició a la de Sol. Las manos de
piel oscura, mulata, rematadas por unas uñas ligeramente alargadas,
contrastaban con la piel blanca, casi trasparente, de los dedos de Sol.
Sujetando sus dedos, con la extremidad izquierda, con la otra realizaba una invitación
a que me acercara a ellas. Mientras yo, obediente, flotaba al encuentro, sus
caras se unieron en un suave beso. Al acercarme, se separaron y comenzamos a
invocar al poder de la vida. A la manera humana. Entre los tres, sin palabras,
pues nuestras mentes se comunicaban por la intersección de la de Luna,
interactuamos durante un tiempo indefinido. El aroma del lecho y las burbujas
flotantes, creaban una atmósfera que contribuía al frenesí de los tres cuerpos.
A medida que el placer de nuestra Alma Iluminada, aumentaba, una bola de luz
anaranjada iba surgiendo sobre nuestros cuerpos humanos. Sol, iba satisfaciendo
cualquier deseo mío, y con ello, conseguíamos el éxtasis de Luna. A medida que
llegábamos al máximo placer posible, nuestra guía, reestablecía las condiciones
físicas de nuestros cuerpos, para conseguir los objetivos de las mentes.
Llegó un
momento, en que la energía anaranjada cubrió toda la estancia. En ese punto, ya
no requerimos más de la acción superior y nos abandonamos al dolor de estar exhaustos
tras los actos sexuales. Nuestras formas humanas descansaban con las
extremidades entrelazadas. De los poros de la piel, fluía un líquido denominado
sudor. Nuestros principales órganos sexuales, enrojecidos, escocían y dolían
por el uso frenético y constante. Entre nosotros, en ese momento no había
jerarquías ni castas. Éramos tres seres relajados tras producir múltiples
emanaciones de energía satisfactoria, que se condensaba en tono naranja,
envolviendo la estancia. La complicidad establecida en el acto, se refrendaba a
través de caricias y besos, acompañados por sonrisas y miradas de admiración y
agradecimiento mutuos. El objetivo
estaba cumplido. Luna volvería su configuración de ser etéreo, Sol, a su
dimensión a realizar sus funciones, y yo, debía permanecer unos instantes más,
ayudando a concentrar toda la energía en un recipiente, que sería aportado en
el cónclave.
Después, recogí
el estadio, dejando la materia del lecho recogido y preparado para otra
ocasión.
Todas las Almas
superiores, descendían a la reunión con sus frascos de energía vital, ocupando
sus correspondientes lugares.
El desfile de
almas inferiores a ser promocionadas o perpetuadas en sus universos,
dimensiones y especies, comenzaba. Cada encargada vertía su energía sobre su jurisdicción
y la directora del evento, decidía si se evolucionaba o no. En un proceso en el
que el tiempo no era un problema, pero sí las cantidades de energía vital y el
número de conciencias propuestas en cada cónclave.
Una vez
terminado mi trabajo, mi alma volvía un universo asignado.
Me desperté
sobresaltado. Más que una cabezada, parecía una eternidad, porque ya se escondía
el sol por poniente.
-
¡La leche! Vaya mega siesta que me dado. Tengo
hasta hambre- me dije a mí mismo.
Durante los días
siguientes a las sesiones en las que ejercía mi destino, no era completamente
consciente de lo que me había pasado. Volvía a la vida de manera algo
traumática, pero sin recordar nada. Algo parecido a lo que le pasaba al
protagonista de un relato que había leído cuando era más joven. Por lo visto,
el autor, era un tipo simpático al que le estalló su vida de repente y,
escribiendo como terapia, intentaba curar sus heridas mentales. Al final no sé
que pasó con él…Bueno, intentaré no seguir enrollándome.
Por eso, me
levanté y me dirigí a la cocina, cuando un brillo extraño llamó mi atención.
Provenía del marco de foto de la repisa. Me fijé en la foto. Ahí estaba yo,
adolescente, moreno y guapetón, de la mano con una chica pelirroja con el pelo
lacio. Preciosa. No recordaba su nombre. Parecía una foto de una graduación del
instituto. Al fondo, una profesora cubana, que no lo parecía, pues el tamaño de
sus tetas era descomunal, (un amigo siempre decía que las “hembras cubanas son
culonas, pero no tetonas”) con rastas en el pelo, miraba a la cámara con una
enorme sonrisa de satisfacción dibujada en su cara. Me recordaba a algo, pero
no sabía a qué. Lo que estaba seguro, es que la foto, no pertenecía a ese
marco. Pero bueno, yo y mis paranoias.
Llegué a la cocina y me puse ciego de nachos con guacamole del Macrudona.
Luego me comí una lasaña congelada y una tarrina de litro de helado de
chocolate. Perecía que había estado corriendo una maratón de montaña. Aunque
notaba un dolorcillo en mis partes nobles, no le presté más atención, pues
llevaba varias semanas sin usarlas, será eso. Total, que me puse “hasta las
manillas “de tanto comer y me acosté, quedándome dormido profundamente.
“…tienes
ese silencio y esos ojos tan magos…”
Capítulo III: ”Función 2”.
Otra de las
funciones de las almas del segundo nivel, era evitar a través de la
interrupción de la vida actual, un mal mayor entre sus congéneres.
En algunas
ocasiones, seres con vida en sus distintos universos, desarrollaban extrañas
capacidades. La energía transmitida en los juicios de almas, como todo en la
creación, debía tener una parte que fuera capaz de limitar de alguna forma a la
propia energía. Todo tendría una cara contraria. La luz, el progreso de almas,
se veía reflejada en una oscuridad que limitaba y paraba el incesante progreso
positivo de las almas. Al igual que millones de seres permanecían en sus
dimensiones durante miles y miles de reencarnaciones, hasta que lograban
progresar, había otros, que eran degradados. Su luz, se había visto
transversalmente invadida por una parcial oscuridad que empujaba a su sujeto
receptor, a hacer el mal a sus iguales, a su entorno común o a especies que
convivían en la misma dimensión y en el mismo espacio físico.
No se trataba en
ningún caso, de lo que los mortales puedan llamar “mal” con cierta generalidad:
las mentiras, de los engaños, de las faltas de respeto al honor, de amargar la
vida de otros, de robos, asesinatos previstos en el orden Iluminado, cualquier
ruptura puntual del equilibrio, o daños esporádicos al ecosistema físico, en
formas de cambios poco significativos a nivel elevado de conciencia.
Se trataba de hacer
daños cuyas consecuencias dispararan las alarmas a nivel inter dimensional.
Genocidios, catástrofes que llevaran a la destrucción de planetas o asteroides
propios o de otras civilizaciones, aniquilación de especies en corto espacio de
tiempo. Incluso ataques de oscuridad hacia elementos iluminados.
Estos seres,
eran detectados por las almas del nivel superior. En sus primeras etapas de
desarrollo y madurez, incluso de recién nacidos. Las Iluminadas, el segundo
nivel o el tercero, no eran capaces de destruir a los seres bajo sus cuidados.
Pero los señalaban, siendo función de mi casta, conseguir acabar con ellos,
evitando las consecuencias futuras de los actos destinados a estos elementos
oscuros. En cada universo y dimensión, en cada especie, debíamos conseguir su
elevación al cónclave lo antes posible, para poder degradar el alma promover
una adecuada progresión, mientras se autocorregían las interferencias.
Cuando por algún
devenir del destino, no era posible o no era conveniente, acabar con esa vida,
se proponía un cambio en su derrota, de manera que “olvidara” su misión
aniquiladora, y cambiara el rumbo hacia otros acontecimientos no dañinos.
Estos sujetos,
independientemente del sexo, eran capaces de desarrollar niveles de violencia
mental sin referencias. Es decir, sus mentes, desde las primeras etapas de su
desarrollo, imaginaban hacer daño, disfrutando y acallando sus voces internas
atormentadas. No hacía falta que los hubieran experimentado previamente, ni
física ni verbalmente. En su naturaleza, estaba la interferencia que, poco a
poco, iba oscureciendo la luz, hasta hacer del individuo un auténtico destructor
de vida.
Entre los
individuos de su propia especie, era imposible reconocer esa línea futura. Para
las A.I. sin embargo eran muy fáciles de
localizar, pues eran parte de sí mismas, como el resto.
En mi caso
actual, la Humanidad desarrollada en un planeta autodenominado Tierra, la
localización se activaba en mis sueños, pero no era exacta. A través de señales,
mi misión consistía en localizar y orquestar su fin. No siempre lo
conseguíamos. Las Almas del segundo nivel estábamos limitadas para actuar con
plenos poderes, debiendo hacerlo con las posibilidades que ofrecía la vida en
nuestra civilización. Algunas civilizaciones eran más elevadas que otras y
parecía más sencillo elaborar ese fin. También tenían más fácil localizar al
individuo. En la Tierra, podían pasar años hasta que llegaba el contacto, y más
años hasta que llegaba el final.
Las condiciones
del cuerpo eran muy limitadas. Los seres habitaban un plano muy inferior de
consciencia y no entenderían las actuaciones ni los sacrificios inmediatos para
conseguir un beneficio posterior. Además, la vida útil de las personas, duraba
unos sesenta años terrestres y a veces, no daba tiempo en una encarnación de un
alma segunda, a llevar a cabo todos los objetivos. La longevidad en la Tierra,
rondaba los 80 años, pero su madurez, se adquiría hacia los 25, y a partir de
los 75, eran escasos los cuerpos plenamente funcionales. En las lunas de
Saturno, la longevidad eran unos 400 años terrestres, en Antares, unos 600 y
casi 550 de productividad. El ser humano terrestre, se movía por impulsos
sexuales y buscaban una innecesaria estabilidad material, despreocupando la
formación interior, quizás por su nula exploración del entorno y por no conocer
ni interactuar con seres algo más avanzados.
Todo se
andará…digo yo.
Las señales que
identificaban a los sujetos: para las hembras, una mancha oscura en la muñeca
izquierda; para los varones, una extraño remolino en la zona alta del cabello,
de derecha a izquierda; Era comunes en ambos: dificultad de socialización en los
primeros años, vergüenza ante el sexo opuesto frente a fantasías sexuales,
nacimiento en el seno de una familia con poder económico, indiferencia hacia el
dolor ajeno y hacia el amor de sus familiares directos. Aparte, por supuesto,
de demostraciones públicas de los actos deleznables, siempre en progresión
negativa y en la medida en que sus congéneres les permitieran realizarlos o
cumplieran sus órdenes.
“…el
hermano pequeño, al que quiero y extraño…”
Capítulo IV: ”Sofía”.
Esa noche no
pasó nada excepcional. Mi cabeza era una olla a presión durante los estados de
sueño. En esos momentos conectaba con mi realidad. Con mi esencia, con lo que
era en realidad. Afloraban miles de experiencias inexplicables para seres
humanos terrestres, antarianos, keplerianos, erianos, etc. Tampoco para ninguna
especie de las cientos de reptilianas, grises, ni de inteligencias
artificiales. Explotaban en mi limitada mente en un guion sin apenas sentido,
aunque perfectamente orquestado. Contactaba con mi Alma superior y con mis
inferiores en unos diálogos informativos con tera millones de datos. Comentábamos y satisfacíamos nuestras
necesidades de estar con los nuestros. Para una mente “normal”, podrían parecer
las más extrañas pesadillas en las que se mezclaban temores, seres con los que
habíamos tenido algún tipo de contacto, elementos sexuales inauditos, angustias
y ansiedades. Todo lo cual, provocaba ansiedades e insomnios. Algunas almas de
niveles inferiores, no eran conscientes de su esencia real, y sufrían esas
consecuencias durante toda su vida física. Llegaban a enfermar, incluso a un
estado de locura. Era decisión superior, activarlas en ese momento temporal, o
en otros posteriores, dejando madurar las consciencias hasta que fueran
verdaderamente necesarias y estuvieran preparadas para el paso a conciencia más
elevada. El tiempo como tal, se detenía en nuestros encuentros y al despertar,
volvíamos a la dimensión de destino.
No me enrollo
más…
El caso es que
fui recuperando poco a poco mi “memoria”. Los siguientes días, pasaron con
normalidad. En esta vida que llevaba, era empresario. ¿Suena bien, verdad?
Mi empresa era
un chiringuito que abría por la tarde y cerraba a altas horas de la madrugada.
Las personas venían a bailar y a conversar. Por supuesto, a beber. Y algunas,
incluso comían algo. Estos humanos….
Acudía casi
todos los días para abrir, trabajar y cerrar. Bueno, no siempre cerraba. Para
eso tenía un encargado. Además de varias camareras temporales y de mi “chica
para todo”: Sofía.
Lo de para todo,
no hay que verlo por el lado oscuro. Cocinaba, instruía a las camareras,
controlaba las mesas, me ayudaba a hacer caja, echaba a los borrachos… ¡para
todo!
Era una tipa
genial. No era muy alta, pero no tenía ningún problema con eso. Deportista,
había sido triatleta y ahora corría carreras de montaña. Ahí fue donde la
conocí, en el “Trail La Capitana” de hace algunos años, que era una carrera que
se celebraba por los maravillosos montes del Rincón de la Victoria, en Málaga,
donde vivíamos. En una de las bajadas técnicas del Cerro Tío Cañas, me pidió
paso por la izquierda. Yo me equivoqué, y me desplacé hacia esa dirección, por
lo que los dos, acabamos rodando. A pesar de las magulladuras y del mosqueo
inicial, creo que se apiadó de mí, al verme tan verde por esos lares, y
acabamos la carrera juntos. Comenzando una amistad que duraba hasta hoy. No sin
discusiones y encontronazos laborales, aunque nunca nos habíamos ido a la cama
enfadados el uno con la otra, ni viceversa. Algún entrenamiento juntos,
consejos sentimentales, cenas en sitios a los que nos invitaban colegas en
inauguraciones y varios cursos de formación habían cimentado una excelente
relación de amistad y confianza mutuos. Como no, tuvimos nuestra noche de
ERATA. El primer año de relación, cuando necesitábamos dar un cambio a nuestras
vidas, y yo me decidí a arrancar con “Velero”, como sitio vip en mi pueblo,
tuvimos nuestra noche especial. Tras una cena en un hotel rural, un poco de
baile en la plaza del pueblo en la que se celebraba una verbena, conseguimos
vibrar en el mismo plano. El mundo no existía a nuestro alrededor, se paró el
tiempo. (jeje). Sólo sus ojazos color
miel fijos en los míos. Hasta que unimos nuestros labios y terminamos generando
energía pura, universal, viendo ambos las estrellas, en una pequeña habitación
del hotelito, con el techo de cristal, con las estrellas como mudos testigos
del acto. Ese cuerpecito perfecto, terso, con las curvas perfectas, la piel
morena, el pelo corto, lacio, negro….me acuerdo perfectamente de todos los
detalles, de todos sus movimientos, de las maniobras que realizaba, como el
sudor empapaba nuestros cuerpos, las miradas que hablaban, las bocas mudas, el
aliento compartido absorbiéndonos mutuamente,
el sabor del amor…una y otra vez en una noche interminable.
Pero… Hice
trampas, porque conseguir invocar parte de mi YO superior y ella se volvió loca
de placer. Me confesó días después, que jamás había sentido igual. Para mí fue
fácil, pues leía en su mente y adivinaba lo que le apetecía. Entraba en su más
profunda conciencia, ésa que no sabía ella que tenía, y me aproveché de ello
para hacerla llegar tantas veces al éxtasis hasta quedar rendida.
Bueno, su
esencia no iba a ser dañada, no me tenía que sentir mal. Además de que mi
superior, no me lo habría permitido. Ni mi condición de alma de segundo nivel,
planteaba mínimamente hacer el mal a un ser. No era nuestro momento. Ella tenía
otro destino. Pero como restaban años para ejercerlo, no hubo problemas.
Disfrutamos y seguimos con nuestra relación especial.
Estábamos en una
noche tranquila en el trabajo. Antes de salir de casa, noté un fogonazo en el
salón. Me asomé para echar un vistazo, y lo único extraño que pude notar, era
que el marco no estaba en su sitio. Se había desplazado. Lo coloqué sin fijarme
en la foto y me fui sin más.
Sofi, estaba
cabreada, para variar, porque habían empezado a trabajar dos chicas nuevas y no
daban pie con bola. Una era estudiante del Grado de Magisterio de Infantil de
la Universidad de Málaga, que no tenía experiencia en barra, pero le ponía
muchas ganas. Ya se le habían caído dos bandejas y se negaba a volver a las
mesas. Así que, hacía lo que podía, la pobre. La otra era más espabilada, pero
estaba más atenta a los chicos que entraban que a servir mesas y atender
comandas, je, je, esta juventud. Sofi, no daba abasto con las ensaladas y las
hamburguesas, cambiando barriles de cerveza y reponiendo hielo. Para colmo,
Juanjo, el que se encargaba de la seguridad y de cerrar, llegaba tarde o no
llegaba, porque a esas horas y sin aparecer. Menos mal que no estábamos llenos.
Un par de cenas y una mesa de un grupo celebrando algo.
Así que decidí
echar mano. Era el jefe, pero no me importaba. Además, algo me decía que tenía
que estar ahí.
-
Menos mal que has llegado. Estas dos me tienen
frita.
-
Las elegiste tú, recuerda.- le contesté.
-
Ya, y ¡en qué momentoooo! Chilló. Si no fuera
porque la morenita de la barra es mi vecina, no la habría llamado. La
ligoncilla, es su prima. Necesitaban trabajo y creo que tienen futuro, pero el
primer día es duro para todas.
-
Ya, y más con la jefa ésta…je, je
-
Anda y colabora que no estoy de humor. Acércate
al agrupo que parecen que quieren algo, por fi. Me rogó dándome un pellizco en
el culo.
Como negarme. En
el momento en que acercaba, un flash me dejó paralizado. El protagonista de la
celebración era un objetivo. Un ser con interferencias. Su aura, irradiaba
color negro. Yo, encaraba la mesa con él, sentado en un extremo y dándome la
espalda. Pudiendo apreciar perfectamente el remolino.
-
¡Hola! Saludé. Eran tres chicos y cinco chicas.
Todos lo escuchaban hablar con admiración o miedo, era difícil de distinguir.
-
Buenas “Hulio”- se dirigió a mí con prepotencia.
Trae una botella de Botani y copas sólo para los tíos. A las tías les traes una
botella de vino blanco normalito, que éstas todavía, no saben apreciar lo bueno
de la vida.
-
Como no, respondí confuso por la cara de sus
compañeras.
-
¡Venga y rapidito! Que tengo que celebrar bien
que acabo de terminar mi carrera de Ciencias Políticas y tengo que intentar
celebrarlo también con varias de estas pelotilleras.
Preparando las
botellas, mi cara cambió por completo. Sofía, que me conocía hasta metido
dentro de un saco, enseguida se percató.
-
Problemitas, ¿no? Es un chulo y un maleducado.
-
Bah. No te preocupes. Yo lo atiendo y que se
largue pronto.
Mi entras
preparaba la cubitera y las copas, otro flash. El personaje en cuestión, debía
de ser reconducido. Sus ideas políticas, empezaban con machismo y dominación de
las mujeres, debido a su falta de cariño en su infancia. Poco a poco, iría
escalando en puestos de relevancia en cuanto a poder, hasta conseguir
perpetuarse en el mismo. Con los años, arruinaría el país. Con su egocentrismo,
pasaría a formar parte de una nueva corriente ascendente por todo el planeta,
que cambiaba el orden establecido, basándose en poder absoluto sobre sus súbditos,
clases sociales muy diferenciadas y esclavitud moderna. La democracia dejaría
de existir bajo su mandato. Para conseguir esto, no dudaría en encarcelar y
hacer desaparecer a todo oponente. El nuevo orden mundial, acabaría con la
destrucción de los países como se conocían hasta ahora. Habría una élite
gobernante sobre los restos de una empobrecida población superviviente a un
holocausto nuclear. Durante años, se refugiarían en la Luna, en una base
secreta común de chinos, rusos y americanos. Cuando cesara la lluvia ácida,
volverían como dueños absolutos del mundo, y la civilización, cada vez más
reducida, acabaría sucumbiendo como tal. Por supuesto, el Planeta, quedaría
arrasado y llegaría a implosionar por la atmósfera perdida como tal, una
gravedad alterada y los daños de las explosiones.
Y todo esto,
mientras echaba hielo en un cubo…
Mi ser
Iluminada, me lo había transmitido en sueños. Lo que no había recibido todavía,
eran las instrucciones sobre qué hacer con él.
Se acercaba ya
la hora de cenar. Las niñas se habían marchado súper contentas. Les pagábamos a
diario. No había muchas propinas, pero la más tímida, Maca, agradeció el
salario para su coche nuevo, regalado por su madre con la condición de
mantenerlo ella. La otra chica, ya pensaba en la ropa que se iba a comprar.
Sofía estaba muy preocupada porque el grupito no se cansaba de pedir. La
borrachera iba en aumento, y con ella, las expresiones fuera de lugar y de
tono, no sólo del señalado.
-
Pásales la cuenta y que se vayan, estoy cansada
y tengo un mal presentimiento, me comentó.
-
Tranquila, eso voy a hacer. Recoge la barra y
quita la música. Ya estamos fuera del horario y no necesitamos más denuncias.
Reconozco que a
mí tampoco me apetecía el plan. Pero bueno. Allá iba. Más atento a un posible
flash que a la mesa en sí misma. Pensando si tendría que actuar como dueño de
chiringuito o como ser de segundo nivel.
Nada, les ofrecí
la cuenta e intenté poner el máximo de educación en mis palabras, pues la
situación estaba calentita y no quería provocar:
-
Hola. Disculpen, señoritas, caballeros: les dejo
la cuenta. Lamentablemente, tenemos que cerrar pues ya estamos fuera del
horario permitido. Les invito a que acaben la botella y abonen la cuenta,
deseándoles una buena y agradable velada.
Toma ya.
Pero nada. Como
si hubiera insultado a sus familiares más queridos o blasfemado a las más
santas entidades. Empezando por el principal y terminando por la más callada,
todos tuvieron alguna palabrita malsonante hacia mí, mi madre, mis seres
difuntos y todas las putas del mundo mundial de todos los mundos, que por
cierto, no tenían ni idea de los que había…
Justo cuando se
levantaban apreció Juanjo, el seguridad. Menos mal. Ya no estaba yo sólo. No
había sido un tipo violento, aunque supiera defenderme bien. Pero eran cuatro
tíos y cinco tías con ganas de bronca y unos litros de alcohol y lo que no era
alcohol, supuse; por los viajes a los baños de dos en dos. Lejos de calmar los
ánimos, se enredó la cosa un poco más. Juanjo también venía cargadito y no de
juguetes como los Reyes Magos. A punto de llegar a las manos, conseguí
tranquilizar al señalado. Aunque otro de los amigos era el que estaba más
furioso. Juanjo lo “acompañó” a empujones a la calle, mientras las chicas lo
insultaban. El tipo se fue corriendo. El chulito, pagó la cuenta con un fajo de
billetes que se sacó del bolsillo. Lo que sobró, lo tiró al suelo con
desprecio, que no era precisamente, lo que sentían las chicas que se agacharon
a recogerlos. Y salieron jurando en arameo y amenazando con quemar el bar.
Nos quedamos
solos Sofía y yo. Terminamos de recoger apagamos, hicimos caja, apagamos todo.
Saliendo por la
puerta, Sofía volvió sobre sus pasos para coger un bolso o no sé qué me dijo. Yo
ya tenía en cerrojo en la mano preparado, esperándola. Cuando apareció el chico
al que había expulsado Juanjo con una cuchillo de combate tipo “Jungle King” de
los que llevaba Rambo en aquella película acompañado del chulito.
-
¡Ahora, venga, ahora! Espetaba. ¡Échame,
valiente! ¡Venga!
-
Tranquilo chaval, a ver si vas a hacer una
tontería, le dije.
-
¡Métele! Le empujaba el señalado
-
¡No, quietos! Oí a Sofía.
Creo que fue la
última vez que escuché su voz.
Mientras me
giraba para ver por donde se acercaba ella, el tipo del cuchillo se había
abalanzado sobre mí y Sofía se había interpuesto, recibiendo una puñalada
mortal en el costado, que le atravesó el corazón, dejándola muerta casi en el
acto.
-
¡No, por favor!, grité, o lloré, o chillé o ya
no recuerdo si lo dije para mí mismo.
Sofía, mi Sofi,
mi amiga, mi apoyo…estaba tumbada en el suelo inmóvil, sangrando abundantemente
por el costado y por la boca. Le cogí la cabeza, la miré a los ojos, me sonrió.
-
No te olvides que siempre estaré a tu lado, me
susurró, o quise escuchar en mi mente.
Y me dejó. Allí,
en la noche, en la puerta de nuestro bar, de una ilusión compartida y luchada
como resultado de un vínculo forjado de años. No era amor de pareja, pero nos
queríamos.
Los dos hombres,
el asesino y el que lo incitó se quedaron de piedra. Alguien llamó a la
policía. Los detuvieron. Y estuvieron años en la cárcel.
Volví a casa con
dolor. Me tumbé en el sillón. Miré el marco dorado que había recolocado antes
de irme, sin saber que la vuelta a mi casa, iba a ser así de humana. Las
lágrimas afloraban en mis ojos. Yo sabía que la pérdida de existencia terrenal
era un paso hacia algo mejor. Pero lloraba. Quizás por la adrenalina del
momento. Quizás por pena de no volver a ver a Sofía. Quizás por Miedo. Miedo
con mayúsculas. Miedo terrenal y humano. Miedo de no saber encajar una pérdida
así. Miedo por mí. Entendía a los humanos cuando lloraban a los seres queridos,
pero comprendía también, que ese dolor era auto infligido. Cuando desparece del
plano en el que vivimos alguien amado, la tristeza nos invade por no saber cómo
superar ese sentimiento de echar de menos a alguien a quien no volveremos a ver
conscientemente.
En mi foto,
aparecía yo. Claro. Ya no era adolescente, estaba en mi edad actual, sentado al
borde de un acantilado, haciendo una foto a Sofía, que saltaba al mar
sonriéndome. En el mar, debajo de nosotros, se veía un kayak, volcado, al que
dos tipos intentaban dar la vuelta para subirse.
El alma señalada
no fue llevada al cónclave. Fue reconducida. El proceso, como ya expliqué,
podía durar años, incluso fallar. Pero esta vez, fue fugaz. Fogonazo y crac. El
destino de Sofía estaba escrito. Dar su vida por alguien querido. Su alma,
estaría preparada para un ascenso en éste o en otro Universo. Tal vez, fuese yo
testigo del mismo.
La vida de David,
el futuro destructor de almas, dio un giro radical desde que entró a la cárcel.
Allí se dedicó a ser un hombre de su dios. Se formó en Teología. Se arrepintió
durante el resto de sus días de haber sesgado la vida de una persona. Fue
consciente de que él, aunque no empuñó el cuchillo, asesinó a una mujer. Desde
la cárcel y cuando salió, dedicó su vida a intentar reparar el daño, siendo
voluntario en todo tipo de asociaciones benéficas. Usando su destacada
inteligencia para hacer el bien a sus congéneres. Aprendió y transmitió, el
respeto hacia las mujeres. No se casó ni tuvo hijos, pero su reconducido rumbo,
lo ayudó cuando llegó al cónclave, a no ser degradado, permaneciendo varias
vidas más en la Tierra.
El otro asesino,
se suicidó. No se acordaba de nada pues estaba muy drogado. En eso se escudó.
Intentó librarse de su pena y nunca pidió perdón ni mostró arrepentimiento. A
los tres años, apareció colgado en su celda. No fue capaz de darle la vuelta a
su embarcación volcada y su alma fue degrada en un cónclave en el que no estuve
yo.
Y Sofía, siempre
estaría en mi mente. Como no, la eché de menos. Su apoyo, su amistad, su mirada
fija en mí antes de abandonarme, con paz. Como si hubiera cumplido su misión,
tranquila, descansado aunque fuera de una forma violenta e inesperada. Una vida
corta pero intensa, siempre intentando ser mejor persona, mejor mujer, ayudando
y formándose en todos los aspectos, tanto físicos como espirituales.
Disfrutando y siendo raro verla sin una sonrisa dibujada, sincera, perfecta. Una
vida joven, sacrificada por un ser querido. Una luz al final de un túnel que
guiaba e iluminaba a todo el que quería estar a su lado; a mí, por supuesto, en
todos los aspectos terrenales. Y a los que no, también. No volví a tener un encuentro de esa intensidad
en esta vida, con ningún otro ser. Ella sentía esto mismo por mí. Lo sé. Al
final, dudaba si era otra alma de segundo nivel, pues entre nosotros, no nos
identificábamos ni podíamos hacerlo aunque quisiéramos. Estoy seguro que
volaría muy alto. Mi parte humana se quedó con un vacío enorme. Pero estoy
tranquilo, pues estará mejor.
“…nada te
haría tan especial, discutir o hablar, comunicarte de forma que te entiendan
tantos…”
Capítulo V: ”Lola”.
Pasaron meses
desde el incidente. En mis sueños, Mi alma iluminada se apareció y me confirmó
mi acción cumplida con David. Me aseguró la evolución de Sofía y me convocó a
dos cónclaves más. Del último, todavía estaba recuperándome. Esta vez fue con
una raza humana evolucionada, en la que la actividad sexual más placentera
posible en la Tierra, no tenía ni un mísero porcentaje del placer que habían
conseguido. Por lo que mi recuperación fue más lenta, desapareciendo casi por
completo mi deseo sexual terrenal. Había cambiado de trabajo. Cerré el bar y me
dedicaba a entrenar un equipo de rugby a nivel profesional. El Club de Rugby
Victoriano, acababa de ascender de categoría después de una grandísima
temporada y un play off genial. Ofrecí mi currículum
vitae y, con un poco de “ayuda” espiritual, fui elegido sin problema. Mis
días eran tranquilos. Deporte y sol por las mañanas, y entrenamientos por las
tardes. Aparte del equipo senior, me encargaba de la escuela infantil. Un
montón de niños y niñas a los que les encantaba este maravilloso deporte
cargado de valores positivos, como respeto, competitividad, gusto por aprender
y trabajo compartido. Se me daban bien los escolares y disfrutaba con sus
juegos, sus risas y viéndolos crecer y madurar a través de la actividad
físico-deportiva.
La foto de mi
marco mágico, volvía a estar difusa. No la miraba mucho porque me recordaba a
Sofi. Pero intuía por algún destello, que iba a cambiar pronto.
Una pista más de
que mi vida como Alma de segundo nivel iba a ponerse pronto a trabajar, era que
volvía a tener sueños extraños. Entre ellos, tenía un sueño que se repetía, lo
que me indicaba que otra de mis funciones, estaba a punto de ser desarrollada
con un objetivo al que reconocería en breve.
Se trataba de un
par de bolitas marrones y blancas, como si fueran canicas, pero difusas. De un
material indefinido, suave y vaporoso. Estas bolitas giraban una sobre la otra
en la palma de una mano. Una mano pequeñita. Adquirían velocidad y se iban
elevando en un giro cuya estela, formaba la imagen de un pequeño ave fénix. A
medida que se formaba el pollo, las plumas de la cola, adquirían tonalidades
color naranja, hasta convertirse en fuego. El pájaro, se elevaba como un fuego
artificial y estallaba en una lluvia de gotitas rosas que se convertían en
copos de algodón. Cuando en el sueño bajaba la mirada para ver a quien
pertenecían las manos, los copos me impedían distinguir sus facciones y ahí se
acababa.
Por tanto,
estaba seguro que se trataba de otra visión sobre un objetivo. Esta vez, no se
trataba de reconducir. Se trataba de una función que, personalmente me hacía
sentirme mejor, pues no implicaba daños, muertes, impactos emocionales ni
ningún mal inmediato encaminado a un futuro mejor.
Esta
función, trataba de promocionar
inteligencias talentosas y dar un empujón hacia su futuro, en cuyo desarrollo,
sería capaz de mejorar la especie, el entorno planetario o ayudaría a
evolucionar la vida de futuras generaciones.
Era una tarde
“tonta y caliente”, como cantaban los Estopa. Había estado por la mañana
andando en bicicleta por los montes de las Axarquía con un gran amigo, que
rodaba como una moto, por cierto, y después me había dirigido a la playa para
meditar al sol. En ese ratito de interiorización, había conseguido vibrar en la
misma onda que mis Almas compañeras. Me pude conectar con mis “gemelas” y con
mis superiores. El sonido de las olas rompiendo con ligero viento de levante,
en la orilla de mi playa favorita del Rincón de la Victoria, unido al calorcito
del Sol, la gran estrella proveedora de energía, en una mañana de mayo,
hicieron el resto. La experiencia fue de mucha calidad, y en ella, como en
todas las demás, hubo una generosa afluencia de energía sexual, previa a la
revelación de la misión venidera. En el transcurso del acto de comunión astral,
fui plenamente consciente de lo que debía hacer. Al volver de mi viaje, a la
realidad planetaria del momento físico, había pasado más tiempo de la cuenta, y
se había pasado la hora del almuerzo. En mi humanidad, tenía más pistas, pero éstas,
serían confirmadas a medida que se realizara la misión. Volví a coger la
bicicleta para comenzar el entrenamiento de la escuela infantil.
Allí estaba. Con
14 niños y niñas de entre 5 y 7 años. Encantados de entrenar y con infinitas
ganas de pasarlo en grande con esos balones en forma de melón, esas colchonetas
a modo de escudos protectores y esos juegos de persecución con cintas de
colores a modo de colas de animales. No sé si disfrutaba yo más que ellos…
Ya entrados en
el entrenamiento, me percaté que el coordinador de actividades se acercaba a
mí, acompañado de una mujer con una niña de la mano.
Casualmente, el
físico de la mujer me recordaba enormemente a Sofía.
-
¡Hola Pelayo!- me saludó el coordinador-. Vamos
a tener una nueva jugadora de Rugby.
-
¡Hola!, contesté. ¡Qué bien! ¿Cómo te llamas?,
pregunté mirándola a la cara
-
Se llama Lola, -contestó la madre-. Yo soy Luisa,
encantada. Es un poco tímida al principio, pero ha decidido que quiere estar
aquí, y lo vamos a intentar si te parece.
-
Pues claro que sí. Les dije. Vente con los niños
que te presento a tus compis de equipo y jugamos un rato.
-
Pero, ¿ya?, dijo la madre, pensaba que
tendríamos que venir otro día.
-
Ya, cuanto antes mejor, si no te importa. Ahora
te vas con él, mientras a arreglar el papeleo, que yo me llevo a esta niña tan
guapa. Además, la veo con ganas, ¿a que sí?
En ese momento,
Lola me miró, me sonrió para asombro de la madre y me dio la mano. Mientras yo
miraba la manita para cogerla, me di cuenta que era la misma manita que veía en
mis sueños.
Lola era un
encanto. Por lo visto, no hablaba con casi nadie. Me enteré después. Pero en el
entrenamiento, era la animadora principal. Los ojitos azules le brillaban cada
vez que pisaba el césped artificial del Estadio Manuel Becerra. Cuando llegaba,
se notaba pues contagiaba su alegría al resto de niños y niñas. Sus ricitos
morenos, recogidos en una coleta, danzaban detrás del balón mientras jugaba y
disfrutaba con los demás compañeros. Tenía 7 años y una inteligencia fuera de
lo normal. Hablaba con todo el mundo y en dos días, la conocían todos los
equipos, incluso el equipo senior. Y ella llamaba a todos los jugadores por su
nombre. Bueno, a los jugadores, a los limpiadoras, a los entrenadores, a las
conserjes, al de mantenimiento, a los demás equipos de otros deportes que
entrenaban allí…Una pizpireta que se ganaba a las personas con una preciosa
sonrisa y una simpatía, que hacían alucinar a su madre. Por lo visto, en su
entorno escolar, era todo lo contrario. No hablaba con nadie y no prestaba
ningún interés por el tema académico. Quizás, porque su mente estaba ya a
kilómetros de distancia de la de sus iguales.
Lola, estuvo
tres años con nosotros. Creció y maduró. Ella tenía muy claro lo que quería. Yo
intuía que era sabedora que estaba destinada a algo más, y que su camino,
pasaba por el Rugby. En el sueño, los copos rosas, dejaban claramente visible,
su carita iluminada.
En esos años
pasaron miles de cosas y algunos cónclaves. Pero la misión “Lola”, seguía en
camino. Trabajamos su espíritu de lucha, de no dar nada por imposible sin
intentarlo, de trabajar en equipo y de respetar y amar a todos los compañeros y
rivales, como fin del deporte, que representaba a la vida real.
Durante unas
vacaciones de Semana Santa, tuvimos una visita de un club inglés. Vinieron a
pasar unos días y trajeron a varios equipos de categorías inferiores. La visita
culminó con unos partidillos con los jugadores hermanados y mezclados. En uno
de ellos, brilló Lola, claro. Era de esperar.
El futuro de la
niña en Málaga, estaba muy limitado, pues su madre, estaba más preocupada de su
propio físico que de ella. Todo el dinero que había heredado Lola de su padre,
lo gastó Luisa en cirugías estéticas, en coches caros y en vivir a tope. Ella
estaba condenada a estudiar de forma auto financiada y a una vida de lo más
convencional.
El entrenador
del equipo inglés, que hablaba perfecto español, en la comida que hicimos de
despedida conjunta, me preguntó por vario chicos de las categorías inferiores.
Enseguida, yo,
empujado por mi interior, le hablé de Lola. La describí como una brillante
jugadora, como una estupenda compañera. Él, me preguntó por sus notas
académicas. Preferí comentarle que era una genial autodidacta, que su mente no
iba de acuerdo a su edad y que sus posibilidades, una vez motivada, eran
infinitas. Tampoco la conocía tanto, pero estaba seguro que esas palabras que
surgían de mí, iban dirigidas por algo superior a todos los humanos que
estábamos presentes.
Por lo visto,
con la excusa del rugby, buscaban talentos para su academia. Preparaban a los
niños con una educación en valores y encaminada a futuros talentos, pues
contaban con universidad privada. Si conseguían pasar unas pruebas físicas e
intelectuales, conseguían una beca hasta completar su formación, con un
compromiso que incluía, finalizar allí y promover con los éxitos posteriores,
la continuidad de dicha universidad.
Era la
oportunidad de Lola. Sólo faltaba convencer a su madre y pagar el viaje y la
estancia mientras duraran las pruebas.
Lo de la madre,
fue muy fácil. Veía a su hija como un “imposible que le impedía desarrollarse
como mujer y además, no podía con ella”. Enseguida le presenté al entrenador a
la niña. En un inglés hablado y pronunciado como una nativa, se expresó dejando
alucinados a propios y extraños. Mike, el inglés, se quedó prendado y no dudó
ni un segundo, de que había encontrado lo que venía a buscar.
Todavía recuerdo
esa mirada con ojillos brillantes. Entre asustada y emocionada ante el futuro
que le esperaba, cuando le planteé la posibilidad de marcharse a otro país a
construir el futuro al que estaba destinada. Me miraba como se mira a un padre
ante un regalo sorpresa. Con un asentimiento de cabeza, nos fundimos en un
interminable abrazo, culminando mi “trabajo”. Mi mejor trabajo por ahora. En
realidad, todos eran satisfactorios, pero ayudar a ser feliz a un ser al que
apreciaba de verdad, me hacía brillar interiormente de forma especial.
Mi Alma
Iluminada estaría satisfecha también al llegar el cónclave de Lola, y
ascendería si vivía su vida como ella misma. Sin dejarse condicionar por nada
ni por nadie. Viviendo llevada por su convicción y su ilusión por mejorar el
mundo en que vivía, desprendiendo esa luz y esa armonía a su alrededor.
Confiaba en
ello.
Lola, estudiaría
en esa universidad privada inglesa. Se labraría un brillante futuro. Sus
triunfos deportivos fueron a la par de una carrera científica fulgurante. En
sus viajes por todo el mundo, aprovechaba para recabar información sobre las
formas de vida y el funcionamiento celular. Descubrió una rata “topo”, que
vivía oculta en un remoto lugar de Nueva Zelanda, donde se enfrentó a las “All
Blacks”, jugando con la selección femenina inglesa de rugby. El bicho en
cuestión, no moría de forma natural. Sus células tenían la particularidad de
regenerarse a partir de un nivel de envejecimiento. Por tanto, si no era por
causa externa, vivían eternamente. Formaban colonias que se auto regulaban para
que su población no excediera de número de individuos que hacían sostenible el
ecosistema en que se encontraban. Vamos, todo un ejemplo para la humanidad
terrestre. El caso, es que con sus estudios, consiguió revertir y eliminar las
células cancerígenas. Lo cual, le llevó al ostracismo por parte de las
farmacéuticas. La prensa se llenaría de descalificaciones hacia ella. Lejos de
echarse hacia atrás, fruto de su espíritu de lucha, de equipo y de no saber
rendirse, cambió sus rumbos de investigación hacia la vegetación.
Consiguió que
las plantas no murieran. Esa aplicación en cultivos del Tercer Mundo, acabó con
gran parte del hambre en el Planeta. Estos trabajos, también la enfrentaron a
las economías de los gobiernos más poderosos lo que la hicieron encaminar su
vida en la empresa privada.
Siguió luchando,
claro.
Lo último que
supe de ella fue que, tras haber colaborado en un proyecto con el ejército
español, “Proyecto Azul”, en el que se destiló un suero que potenciaba las
capacidades humanas, terminó trabajando en otros medicamentos, que alargarían
la vida de sus congéneres. Con el tiempo, esto conduciría a la Humanidad a una
destrucción y a una regeneración, como pasó con el Diluvio Universal. Con el
paso de los siglos, los terrestres evolucionarían aprendiendo de sus errores y
llegarían a dar importancia al plano mental y de energía vital frente a lo
material. Contactar con otras civilizaciones y aumentar sus posibilidades de
ascenso en la escala hacia la luz.
Y todo había
empezado una tarde de mayo.
Después de la
barbacoa, volví a mi casa. Nada más entrar, el marco de la estantería brilló
llamándome la atención. Lo cogí y le pasé la manga de la sudadera para quitarle
un poco el polvo. La foto había cambiado. En ella, un señor muy enchaquetado
con cara de inglés, entregaba un trofeo con un balón de rugby dorado a una
joven morena con el pelo rizado y los ojos azules, vestida con una toga y una
banda honorífica de graduación. En un segundo plano, estaba yo, algo más viejo
todavía, pero con una enorme sonrisa de satisfacción, junto a una señora con un cuerpo espectacular,
cuya cara, escondida en unas enormes gafas de sol, dejaba ver algunos estragos
causados por el exceso de cirugía estética.
“…tienes
ese don que te hace mejor sensibilidad, mucho cariño que regalar, te necesito
tanto…”
Capítulo VI: ”¿Fin?”.
Mi vida en
este planeta andaba cerca de su fin.
Los
cónclaves y las misiones se sucedieron de una forma regular y con los
resultados esperados. Había más funciones, pero eso da para otro relato entero
y no os quiero aburrir.
Pero
compartir, ambas dimensiones, iba disminuyendo la vitalidad de mi contenedor
humano. La vida había pasado volando para un alma como la mía, como para
cualquier alma, pienso ya.
La foto de
mi salón, había cambiado con cada sueño vivido, con cada misión acabada, con
cada proyecto. Imagino que como la de cualquier mortal. Los personajes variaban
según los éxitos y fracasos conseguidos en la vida. En las fotos de las personas que
conocía, se acumulaban recuerdos de un pasado más o menos lejano. ¿Qué si no
eran las fotos? Un viaje en el tiempo. Un viaje al pasado. Una imagen que
evocaba un momento, unas emociones, unos sentimientos que pasaron y que eran
susceptibles tanto, de ser olvidados, como de ser imitados, pues eran
imposibles de repetir.
Tiempo que
no volvería a darse. Personas en un momento de sus vidas que pasaba fugaz.
Escenas que cogían polvo en un marco, que se estropeaba con el inexorable paso
del tiempo. Igual que los seres contenidos en ellas. Algunos de ellos,
evolucionaban desde esa captura. Tomándola como referencia. Vivían un proyecto
de vida acorde. Otros, se deshacían por el camino. Perdían luminosidad y se
apagaban espiritual y físicamente. No seré testigo de la inmortalidad de las
células, ni de los encuentros con otras civilizaciones, ni de la evolución de
la humanidad a un escalón espiritual superior. Al menos, esta vez, en este
momento de vida.
Me quedaré
con cada instante vivido, con todo el amor entregado, con cada sonrisa
provocada, con cada cicatriz en mi corazón…
Tengo muchas fotos en el alma. Muchos
recuerdos a los que evocar. Muchos recuerdos que me han ayudado a vivir. Otros
que me causaron mucho dolor y que forjaron mi carácter.
Muchos puntos de partida. No tuve hijos ni
familia elegida. Pero cada ser al que ayudé, reconduje o conseguí alguna
emoción positiva, los consideré parte de mí.
Tuve demasiados
“empezar de cero” para ser un mortal.
Mi
mentalidad me llevó a intentar tirar la toalla en múltiples ocasiones. Con la
ayuda de mi Alma superior y con mi condición de alma secundaria, y de algún ser
de luz que me crucé en mi camino, salí de los pozos en los que caí, a causa de
mi parte humana sin evolucionar. No entender la vida, no comprender el por qué
de la condición humana, me llevaba una y otra vez a caer en ansiedad y en
castigar mi cuerpo con falta de sueño. A entrar en una dinámica auto
destructiva. Las personas hacían cosas muy contradictorias por miedo a lo que
pensaran los demás, por temor la imagen dada en una sociedad estúpida y
material, por miedo a perder una
posición profesional o económica, un estatus, en vez de priorizar sus
sentimientos hacia sí mismos, preocuparse por su interior y, por tanto, por los
demás.
Me dejaba
llevar y caía en eso yo también. Al final de mis días, veo claro que todo eso es
una pérdida de tiempo. Que vivir, es otra cosa. Que los momentos pasan y no
vuelven. Que se quedan grabados en una foto en la memoria o se pierden en el
olvido, siendo lo importante, vivirlos y disfrutarlos en el instante en que se
producen. Sin pensar en las opciones venideras, actuar y ser feliz con esos
actos.
Quizás, si
los hombres y las mujeres supieran lo que viene después, que van a vivir en
otras dimensiones, en otras formas, que tendrán oportunidades de evolucionar, o
que estarán siglos sin hacerlo si no ponen empeño, aprovecharían la vida de
otra manera. Las envidias, la codicia por los bienes materiales, el causar daño
de cualquier modo o forma a conocidos y desconocidos, las mentiras y los
engaños, incluso los estatus sociales, carecerían de sentido.
Pero
aunque lo reveláramos, no lo querrían creer. Así, que, hasta que no haya personas que empujen a sus congéneres hacia
una realidad más evolucionada, hasta que la vida se alargue y les dé tiempo a
ser conscientes de una madurez espiritual, guiada por energía vital, guiada por
el amor en todas sus facetas, y no por fanatismos políticos, hacia religiones
que no existen, hacia el maldito dinero o hacia el poder sobre los demás, no
habrá forma de convencerlos. No habrá manera de abrir los ojos a la gente hacia
las preocupaciones verdaderas y no a las insanas para la vida. Me incluyo por
la parte que me toca.
Espero
haber cumplido.
Estoy en
mi cama, a oscuras y empiezo a tener un sueño en el que me falta el aire…me
ahogo, veo por un ojo algo amarillo como el sol, mientras el otro permanece en
mi cama….
De
repente, todo negro. ¿Dónde apareceré esta vez?
Jose.
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