Desmotivación y fantasmas.

 Rincón a 27 de abril de 2022

El covid entró en casa.

A través del cole. Menos mal que los niños están bien. Apenas unas decimillas de fiebre y algo de tos.

Los fantasmas del confinamiento han regresado. Todo el día encerrado en casa. Cada uno en una habitación. Mascarillas en casa. Incluso guantes y pantallas protectoras. Todo para evitar contagiarnos los adultos. 

Echo de menos a mis niños. Sus abrazos, verles las caras. Tener que pelearme con ellos para que me dejen ver un rato un informativo en TV. Echarme en la cama con ellos y hacernos cosquillas. Ir al cole a recogerlos.

A todo esto, al estar con síntomas leves, se supone que pueden salir e ir al cole con la mascarilla puesta. Pero por responsabilidad hacia los demás compis del cole, prefiero que se queden aquí conmigo.

Todos los agobios de estar encerrado, la angustia que sufrí con el trabajo las 24 horas del día, las conexiones de internet de los niños y sus pocas ganas de hacer sus deberes para no perder gran parte del trimestre, me han venido fatal.

Me descubro como ser que necesita contacto humano. Nunca pensé en no tenerlo. 

Todo me hace daño y me hunde un poquito más. Estoy muy desmotivado y enfadado. 

Muy nervioso por la posibilidad de que mi hija mayor, consiga un trabajo de verano y empiece a despegar. Es muy capaz, pero le ayuda un empujoncito de vez en cuando.

Encima no hay luna llena. 

El sol se esconde todas las tardes y llueve, no me acompañan. Los necesito. Sé que el sol es de todos. antes me dedicaba sus rayitos diarios, lo cual me hizo también, autolesionar mi alma. Empeñado en estar bajo sus rayos. Sin ser consciente de que alumbraba a quien quería de verdad, siendo yo, apenas un simple habitante del Planeta, con el corazón ensombrecido.

Mi Luna estará ahí siempre también. Su conexión está por descubrir. Aunque sé, que la habrá. De hecho me ha inspirado uno y mil relatos todavía por escribir.

En fin. Esto lo escribo aunque sé que nadie me leerá. Al principio cuando empecé a escribir, por la terapia y por la novedad, mis relatos los leían muchas personas afines.

Ahora se ha pasado el boom y aburro hasta a las ovejas.

Pero me apetecía poner cómo me siento.

Mal, porque mis niños están con virus.

Mal, porque estoy encerrado.

Mal, porque no tengo ganas de vivir ni de hacer nada.

Mal, porque no sirvo apenas para nada. Cocinar y poco más.

Mal, porque necesito contacto humano y no me siento querido nada más que por mis tres hijos, que no tienen más remedio.

Mal por pensar todo el día si estoy contagiado o no.

Mal, por tener que dormir en el sofá.

Mal, porque no tengo ganas de ejercer mi trabajo que me encantaba.

Mal, porque no soy capaz de concentrarme para meditar.

Mal, por romper el ciclo de salidas en bici y de correr al aire libre por tener que estar en casa.

Sé que todo esto son apreciaciones mías. Que tienen solución. De hecho, voy a coger los apuntes que me dio María y me cuestionaré todo esto.

De algunas cosas conseguiré desprenderme y no agarrarme al pensamiento. 

De otras, me va a costar sangre y fuego en mi cerebro.

Se avecina tormenta en un castillo abandonado y lleno de fantasmas.



 


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