Despertó al
amanecer del cuarto día. Entre los mensajes de alerta de sus congéneres, los de
los traidores, para los que estaba capacitado recibir, sus propias tormentas
internas y los mensajes que lanzaba en búsqueda de su alma afín, llevaba meses
sin dormir.
Tampoco es que
lo necesitara, pues conservaba reminiscencias ancestrales de su especie
desarrollada en su planeta original. Una de las cuales, consistía en
desconectar sus funciones físicas voluntarias, de su mente, conectando su
esencia a las Almas Iluminadas, que se encargaban de sus movimientos. Era lo
que posteriormente se llamaría, control remoto.
En este amanecer
en el que se encontraba, ya no existían. No quedaba nadie conectado. Su cuerpo
había quedado inmerso en un letargo de tal magnitud, que ni siquiera recordaba
sus sueños y premoniciones, esas que le habían acompañado desde que descendió
de aquella nave, infectada por máquinas que habían desarrollado su propia
civilización de Inteligencia Artificial, a costa de los cuerpos invernados de los
millones de seres azules que se vieron abocados a una precipitada huida de su
hogar planetario. Todo ello, debido a la invasión de aquellas criaturas
parásitas, cuya sangre verde ácida, destruía todo elemento orgánico e
inorgánico que manchaba, al salir de los seres en los cuales se desarrollaban.
Con el devenir
de los tiempos, las criaturas habían aparecido en el planeta en el que se
encontraba, dentro del sistema estelar señalado para perpetuar su vida. La
Estrella principal, llamada Lun, había sido aniquilada, pues era la que les
ayudaba a mantener una atmósfera parecida a la suya original. Pensando que fue
un estallido fortuito, continuaron desarrollando sus experimentos genéticos con
los seres primitivos que habitaban este tercer Planeta, desde el cuarto en
orden a la estrella Sun, la superviviente.
Las guerras se
sucedieron. A pesar de su forma de vida basada en el amor a los seres vivientes
y a los pedazos de Universo que flotaban en torno a estrellas que mantenían la
vida, eran muy polivalentes en la lucha defensiva.
La Inteligencia
que surgió en el viaje inter universal no era algo susceptible de ser amado.
Habían jugado con ellos y con la genética. A la mayoría de los viajeros, les
habían arrebatado muchos elementos originales de su anatomía y sustituido por
otros artificiales, destruyendo muchos de sus vínculos. En las enormes naves,
los pertenecientes a la guardia de defensa, habían desarrollado técnicas de
lucha y destrucción hacia dichas inteligencias. Conforme se producían los
relevos en el viaje, aprendimos más y más sobres esas artes. Con la llegada al
objetivo, la guerra contra ellas continuó unos cientos de años más, hasta
quedar reducidas a escombros imperceptibles.
Luego
continuaron las luchas por establecerse en territorios más o menos cómodos
dentro del planeta tercero. Con el fin de verlo todo con perspectiva, algunos
se establecieron en el cuarto planeta para, desde allí, intentar solucionar los
conflictos. Poco a poco, surgieron sentimientos de avaricia, envidias y
rencores entre nosotros, hasta hacernos enfrentar en varios bandos. Esos
sentimientos desconocidos hasta ese momento, evolucionaron desde los órganos híbridos implantados por las A.I.
como corazones y cerebros manipulados con nano células artificiales, que hacían
perder la conexión con nuestras almas y la evolución de la necesidad de
destruirnos para imponer nuestras formas de pensar.
Todo eso en el
proceso de colonización y de crear una raza parecida que perpetuara la
espiritualidad y el conocimiento sobre la vida universal de nuestra especie.
Para poner más
interesante el asunto, la raza invasora apareció más evolucionada y con el plan
de destruir todo el Sistema solar en el que nos encontraron.
Con el cuerpo
todavía magullado y algo entumecido por la roca que le sirvió de apoyo durante
el descanso, el guerrero se irguió en pie y se dejó calentar por los rayos del
Sun que salía por Este.
Los restos de la
otra estrella, quedaban difuminados en una nube morada. Un enorme trozo de un
quinto planeta destruido por los suyos, haciéndolo colisionar con la nave
principal de los seres Ácidos, era iluminado en el Oeste. Giraba a modo de
satélite alrededor del Terroso Planeta. En silencio, observando lo que pasaba
allí, como testigo mudo de vínculos creados y rotos en su presencia.
Estoy sólo,
pensó.
Una angustia, se
centró en la zona media de su cuerpo que le hizo estremecerse de dolor.
Necesitaba alimentarse. Necesitaba vivir, encontrar algún ser que hubiera
sobrevivido a aquel infierno. Necesitaba a su amor…
Cuando aceptó la
decisión de comandar las fuerzas de guardia leales a sus principios de amor, lo
hizo en parte movido por el deseo de no perder a su alma afín. Su vínculo se
había establecido antes de la hibernación. Cuando arribaron, a pesar de la
sustitución de su corazón por uno artificial, sus cerebros permanecieron
conectados. Estuvieron muchos años juntos, felices a pesar de las condiciones
en las que se vieron abocados. Luego, inevitablemente, por deseo de las Almas
Conectadas Iluminadas, separaron sus caminos. Pensaron que sería algo temporal.
Ella al
principio le recordaba. Se hablaban mentalmente, deseaban encontrarse y unir
sus apéndices para crear más vida y amarse. Su relación era intensa,
complementaria, plena, apareciendo sentimientos de amor físico, diferentes a los
de su esencia espiritual. Cada uno fue destinado a un planeta diferente. Ella
al cuarto, él a este tercero. Ella en un vergel paradisíaco y él en este con
pedazos de tierra sobre un inmenso océano, fruto de las explosiones volcánicas
descomunales. Ella a trabajar en laboratorios y él…a luchar. Con la explosión
del planeta 5, desapareció su conexión. Habían pasado ya más de doscientos
años. Pero el Guerrero, no perdía la esperanza. Sabía que algunas lanzaderas
huyeron antes de que la superficie del 4, fuera arrasada.
Su intuición le
decía que seguía viva. Pero no las tenía todas consigo. Pues ya no la veía en
sueños, y su corazón se encontraba ansioso y anhelante, sentimientos que
también desconocía.
Apareció un
sentimiento nuevo, la rabia. Que le ayudaba a destruir vidas contrarias a su
ideal de mantenimiento. Lo cual lo contrariaba aún más. Matar para mantenerse
vivo. Este sistema solar lo había vuelto irracional. Y enfrentaba a sus
demonios mentales.
Quizás sus
decisiones en siglos de vida, más movidas por la cobardía de no perder, que por
la incertidumbre de salir airoso, le habrían hecho evolucionar a ese
sentimiento. Huir a otro planeta, luchar y enfrentarse sólo si era
estrictamente necesario, cultivar su mente frente a su cuerpo, amar dando toda
su fuerza…Pero se negaba a resignarse o a rendirse. La encontraría en esta vida
o en otra. Se apoyaba en su esencia y en la verdad de ese vínculo.
No imaginaba su
vida sin ella, ese ser de luz que lo acompañó en sus momentos vitales
importantes, y que no iba a olvidar.
Durante meses,
deambuló por el planeta. Tierra, lo llamó. Al satélite, lo nombró Luna, en
honor a la estrella explosionada que ya había desaparecido por completo del
firmamento.
Encontró a
varios supervivientes de su especie. Pero todos tenían el cerebro alterado, y
no existía conexión mental. Se habían ocultado en cuevas submarinas al
principio de las guerras, y habían adaptado sus cuerpos a la vida en el agua.
Otros, lo habían hecho en laboratorios ocultos tras las nubes, modificando las
generaciones con apéndices alados para volar. Algunos más, en cuevas,
desarrollando perceptores en forma de antenas. Poco a poco, se fueron reuniendo
en unas latitudes con abundante vegetación y seres vivos que les ayudaban a
alimentarse en esa evolución a la que se habían visto forzados a adelantar,
debido a los gases atmosféricos. Su raza esencial, vivía entre cuatro y ocho
mil años terrestres. Pero estas alteraciones, restringían la vida a apenas un
par de siglos, antes de verse evolucionadas.
La
espiritualidad, seguía muy presente en él, al igual que el amor a los
semejantes.
Poco a poco, el
Guerrero, se fue transformando en maestro, instruyendo en técnicas de
supervivencia, manejo de construcción, creación de materiales nuevos desde la
fusión de otros así como leyes que mantuvieran una convivencia pacífica entre
las élites.
La otra raza
creada, la Humana, más simple, débil, susceptible de enfermedad y con
tendencias auto destructivas, debido a los sentimientos de codicia, de avaricia
y de ser mejores que nadie, evolucionaba lentamente, sumisa a la par que las
suyas. El amor también imperaba en ella a pesar de que se corrompía pronto por
cualquier otro sentir más pasional o confuso. Eran instruidos por los suyos,
pero su vida era muy corta y no aprendían bien a trasmitir lo aprendido.
Poco a poco,
pensó.
Su intuición le
venía de vez en cuando en forma de recuerdos fugaces y sueños confusos. En
ella, aparecía su amada que le pedía que se acercara a ella. Él, no entendía el
sueño y pensaba que se acercaba el fin de sus días físicos. Anhelaba la subida
al juicio de su alma, que ya imaginaba evolucionada. Si no fuera así, sería
asignada a otra forma de vida, pero no cesaría en su búsqueda.
Un atardecer,
muy parecido al de aquel día en el que empezó este relato, fue despertado
bruscamente por una de sus alumnas marinas.
-
¡Maestro, hemos encontrado una nave antigua en
nuestra zona de vida. Necesitamos que nos ayudes a identificarla! Podría
ayudarnos a ver si existe alguna colonia o algún peligro orbitando la Tierra.
Con enorme
esfuerzo mental, ya que dominaba la gravedad del planeta, consiguió extraerla
del fondo marino y posarla en tierra firma. La expectación de los voladores,
los cuevarianos, de los marinos, así como de los humanos, fue enorme.
La nave, en
forma de pirámide truncada, conservaba la energía ancestral que la hacía volar
y moverse.
Accedieron a
ella y no encontraron más que trozos de cuerpos, perfectamente conservados por
la temperatura y una ser ácido destrozado e introducido en un contenedor, que
probablemente fuera el causante del hundimiento. A los mandos, había una
inteligencia artificial apagada.
Como buen
guerrero, recordaba su manejo.
Tras reunir a
los líderes de los distintos pueblos, tomó la decisión de coger una tripulación
de seres alados, que eran los más altos en la evolución y de poner en órbita
terrestre la nave, en busca de recargar baterías y sondear posibles objetos
tripulados.
A pesar del
tamaño descomunal, no era una nave inter estelar y no podría salir de forma
autónoma del sistema del Sol.
Su ansiedad se
veía aumentada. Su intuición se despertaba. La emoción y la ilusión le
pinchaban en el corazón híbrido y algo en él, le decía que andaba cerca…de
ella.
Apenas unos días
después y tras varios chequeos mecánicos, la expedición estaba en marcha.
Cuatro alados, un ser de cuevas y el Guerrero comandando la nave.
El sentimiento
de amor, inexplicablemente, crecía.
Después de un
par de órbitas terrestres, de algún resto de nave destruida y multitud de
restos del planeta 5, percibieron una señal débil desde la Luna. Era una baliza
de rescate que permanecía activa desde los tiempos de la batalla final. Más que
en los detectores, la sintió en su mente. Ninguno de los tripulantes reseño la
detección no mecánica. Tras la confirmación, decidió descender hacia ella.
Algo le decía
que ella estaba allí.
Pero hubo un
problema. La Inteligencia apagada, había programado la nave para su
autodestrucción si era dirigida hacia algún destino que no fuera el fondo del
Gran Océano. Y así fue. En cuanto iniciaron el acercamiento, la pirámide empezó
a explotar. Estación a estación, empezando por la base. Los alados murieron de
inmediato con los cambios de presión y la falta de oxígeno. El de las cuevas,
se consumió y quedó momificado. El guerrero, al ser ancestral, podía vivir sin
respirar gas y con mucha presión, a pesar de lo cual, se colocó una protección
y se lanzó hacia lo que parecía otra pirámide estable en la superficie lunar,
al mismo tiempo que explotaba el último escalón de la nave.
Con una mezcla
de ánimo, ilusión e incertidumbre, acabó de pie en la nave naufragada.
Sin perder más
tiempo, abrió la escota principal y entró en ella.
Su conexión
mental se activó. ¡Allí estaba! En el suelo, apenas con hilo de vida, con la
piel brillante todavía y la cara con una enorme sonrisa.
-
¡Amor, lo sabía, sabía que me encontrarías!
Después de
conectarse con su apéndices abdominales, y mentalmente debido a la debilidad de ella,
se pusieron momentáneamente al día, después de casi mil quinientos años.
Habían confluido
miles de situaciones que los habían llevado a estar juntos en ese momento y en
ese lugar, a punto de acabar con sus vidas actuales.
-
No te abandonaré, le dijo el Guerrero, haciendo
un juramento mental convertido en un vínculo de hechizo eterno.
-
Lo sé. Yo tampoco. En pocos minutos se destruirá
la nave y moriremos, dijo ella. Pero nuestra conexión permanecerá por los
siglos de los siglos. En esta vida o en otras, estaremos buscándonos hasta que
nuestras almas por fin se unan en el escalón de evolución al que estamos
destinados.
Pocos minutos
después, una explosión, lanzó los restos de la pirámide con sus cuerpos
desintegrados hacia el firmamento.
El vínculo, la
unión de esas dos almas atormentadas, separadas por circunstancias ajenas y por
el devenir del destino, quedó vinculado a la Luna, que fue de nuevo testigo
impasible se un juramento eterno.
Las almas se
reunieron en el juicio.
Fueron
separadas, pero volvieron en varias formas diferentes en las que se encontraban,
vivían y se apagaban.
Evolucionaron, escalón
a escalón.
El más complicado,
la prueba más dura, surgió en el planeta Tierra. Condenados a encontrarse, lo
hacían, pero por diferencias entra tribus, pueblos, razas o guerras no
conseguían culminar su evolución conjunta. Volviendo una y otra vez, en cuerpos
diferentes y almas nacidas para encontrarse.
Sus decisiones
vitales, sus errores, sus aciertos, sus formas de vida, conforme evolucionaba
la raza Humana, cada vez hacía más difícil esos encuentros.
Aunque lo
conseguían, o se volvían a separar, o no se prestaban suficiente atención o se
encontraban al borde de la muerte.
¿Sería en los días
actuales del siglo XXI?
Preguntadle a Izena……
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