RELATO 16: "PUNTERÍA"

 

Yo fui ese. El que disparó y acertó en la frente de aquel capullo encorbatado. Me salvé, te salvé. A ti y a mi gato. En realidad, acabé también con la entrometida de la alcaldesa, pero eso fue sin querer. Se metió delante y el primer disparo, le dio de lleno.

¿Que por qué lo hice? ¿Que por qué me metí en eso?

Ay, la vida y sus revueltas.

Nadie podía sospechar de mí. Un treintañero con una mochila de esas modernas, cargada en la espalda, como para llevar un portátil entrando en un hotel. Negra, discreta, pero con un peso de unos 14 quilos.

En su interior un rifle de francotirador. Usado por las tropas de élite de varios países mundiales. Concretamente, un Barret M82, en la versión A3, con munición de 50 BMG de 12.5 milímetros. Semi automático y con un retroceso de apenas un par de centímetros. Con sus 140 cm desmontados en tres partes y con un cargador de 5 cartuchos. La mira telescópica “Riel Picanntini”. Capaz de acertar a una moneda de un céntimo a 1800 metros de distancia, a una velocidad de 853 m/s. Un silenciador ligero y eficaz. Siempre que el tirador esté mínimamente adiestrado.

Vestimenta informal, identidad falsa y con una habitación en el céntrico Hotel del Mar, un cuatro estrellas, sin terracita de “tardeo”, lo que facilitaba el acceso a su zona alta evitando ser visto.

Allí, tumbado, con el arma montada, ajustando la mira y apuntando entre los barrotes de una balaustrada pintada de un amarillo crema, me hacía las mismas preguntas que tú.

Todo empezó la mañana que rompimos…

 

 

“Hay otra persona”, fueron las palabras. Palabras súper escuchadas en mil películas y muy poco originales, por cierto.

Palabras que esconden una cornamenta tamaño XL, además de las que duelen. Duelen todas, pero las que son sólo por sexo, al final, no son más que una tentación. Un momento de debilidad que pudiera ser perdonado, aunque se deba empezar a construir la confianza desde unos fríos grados bajo cero, frías las miradas en el principio de la reconciliación, frío el corazón cada vez que llega un recuerdo de lo perdonado y no olvidado. Frío que muy lentamente, se va fundiendo, como las ganas de estar como antes. Aunque ya, nunca lo será. Será otra relación, pero jamás la misma.

Pero no, tú te tuviste que enamorar del francesito ese. Con su dulce acento, fingiendo no hablar bien español, a pesar de haber vivido desde los 4 años en Punta Umbría. Esas canas alrededor de las orejas y sobre todo, estar ahí, currando a pico y a pala, llenando los espacios que yo me pasaba entrenando y preparándome para una vida mejor y más estable. Cine, teatro, maravillosas comidas en Puerto Banús, regalitos de joyas, flores (malditas flores), se suponía que no te gustaban.

Subiéndote al pedestal del que yo nunca te bajé. Pues mi absoluta sinceridad, fue directamente proporcional al falso mundo que se montó para conseguir su objetivo.

Tenerte.

Y así, de repente, forzarte a dejarme. Sin tiempo a preparar la rampa de lanzamiento hacia “tomar por saco”. Sin que nadie lo esperara, para que así, yo estuviera roto, furioso, enamorado y capaz de hacer cualquier cosa para recuperarte.

 

 

¿Para qué? Pues para eso. En el momento que me llamaste con el altavoz, y me diste un billete hacia el abismo, se derrumbó todo el idílico mundo que te había montado. Por arte de magia, apareció una Mercedes Vito negra, con cristales tintados, de la que se bajaron dos tipos con pasamontañas y armas cortas semi automáticas. Te conozco. Tu aversión hacia las armas, provocaría en ti un cambio en tu rostro que, de la alegría de un nuevo amor, pasaría al terror y al asco. Juntos. Los mismos rasgos que se me habían quedado a mí. Si es que estábamos destinados a morir juntos.

Ese terror, cambió radicalmente a interrogación. Te giraste hacia Jean Carlo, que en realidad era Juan, para pedir ayuda. También llevaba una “nueve milímetros” y te apuntaba con todo su amor, presionando el cañón en tu costado derecho, mientras sujetaba tu brazo para inmovilizarte. Unas bridas inmovilizaron tus manos en la espalda y para adentro, nena, que esto acaba de empezar.

Apenas diez minutos después, cuando no había ni parado a ordenar mi cabeza para ver por dónde empezar a digerirlo todo, volviste a llamar.

Bueno, Juan, con tu móvil. A pesar de esa indescifrable contraseña de los últimos meses que claro, él la sabía de memoria, pues te la había propuesto para que yo no violara tu privacidad. Por cierto, nunca lo hice ni me lo planteé.

Hola, sonó una voz andaluza. Me llamo Juan. Acabamos de secuestrar a tu novia, bueno a lo que sea para ti. Si quieres volver a verla viva, en media hora te esperamos en la el Casa Aranda de la calle Santos en el centro. Por cierto, también tenemos a Frosti.

 

 

 

Colgó. Sin dejarme ni mandarlos a todos a la mismísima mierda. En ese momento, no sé qué me dolía más. El gato o ella. Me acababa de dejar, pero claro, era un plan del capullo este. Una vez, al salir del trabajo lo vi. Y tenía cara de imbécil. En realidad, se lo hacía, pero muy bien. ¿Por qué le había tenido que decir que mi gato se llamaba así? Sí que estaba pillada. Pero ¿qué es lo que quería? Dinero no puede ser, porque vivimos apuradillos y eso que la casa es mía. Total, que dejé de pensar y me fui al centro con la bici, porque en bus, no llegaba ni de coña.

Nada, que allí estaba el tal Juan. Nada más verlo, me entraron ganas de patearle la cabeza, pero la churrería esa, estaba a tope.

-      Tenemos a Carla.

-      Ya lo sé. ¿Qué coño queréis? Ya imagino que el suyo, no.

-      Te vamos a proponer un trabajo. Si no cumples todo el contrato paso a paso, iremos descuartizando a cachitos a tus amores y te los iremos mandando, en botecitos de cristal.

-      Empieza ya. Que no me fío de ti ni un pelo. Por cierto, ¿no eras francés? Pareces más de Cádiz que una comparsa.

-      Ya te enterarás. Ahora no te importa.

-      Pero, vamos a ver. Esto parece una película de las malas. Y yo no tengo tiempo que perder contigo. ¿Por qué yo?

-      Te venimos observando desde hace unos años y eres el candidato perfecto.

-      ¿Entonces? ¿La movida esta de secuestrar a mi novia?

-      La quieres viva, ¿no?

-      Me estoy cansando ya de esto. La verdad es que me ha dejado por ti, hace una hora. Así que no sé por qué debe importarme.

-      Mira, no te voy a engañar más de lo que la he engañado a ella. Es una gran mujer y te adora. Te echa de menos y por eso, ha sido fácil conquistarla. O accedes, o nos la cargamos. Y al odioso gato, también.

-      A mi Frosti, ni tocarlo. Y a Carla, menos. O me dices de que va, o te pateo la cabeza y me largo.

-      Tranquilo, chavalote. El lunes a las 19 horas empezamos la primera parte del contrato. Nos vemos en la antigua venta “El Mirador” y ven sólo. O ya sabes, si vas a la poli, te despides de tus seres queridos.

-      Si no hablo con Carla no hay nada que hacer. Ya puedes matarla. Me he enviado una foto tuya y he grabado toda la conversación. Si me pasara algo a mí, aparecerás en todos los telediarios.

-      Venga. Llámala.

Entre tanta lágrima, apenas entendí nada. Algún “lo siento”, algún “estoy bien”, “miedo”, y “te quiero”.

El primer día, no me presenté. El martes, me llegó una oreja de gato en un tarrito. Lo habían dejado en la puerta de casa. Perecía la orejilla de mi Frosti.  Las mismas manchitas grises sobre blanco. Me cabreé y me entraron ganas de cargarme al falso francés.

Sonó el teléfono. Yo si cumplo. Si no vienes mañana a la misma hora, la siguiente oreja será humana. Es bueno que tengas ganas de matarme. Las vas a necesitar.

Así que acudí a la cita. Tres tíos armados me esperaban al lado de una Vito negra. Rostros descubiertos. Me cagué un poco, la verdad. ¿Qué pasa? ¿Y Carla?

Nada de Carla. Está bien. Me dijeron. Se miraron entre ellos asintiendo y me metieron en la furgo. Sacaron las placas. Eran agentes de inteligencia. Vas a empezar un entrenamiento para hacernos un trabajito. Somos especialistas en eso, pero no podemos matar a nadie sin provocar un conflicto internacional. Lo harás tú. Si no lo haces, nos cargaremos a tu novia. El francés falso, era el que llevaba la voz cantante. Tu formación en defensa personal, como agente de seguridad privada, y tu forma física, han hecho que te elijamos. Estarás preparado en seis días y cuando cumplas, en tu casa estarán tu novia y tu gato.

No sé si sería capaz de matar a nadie.

Lo serás. Por tu futuro y el de todos.

 

Cumplí. Me entrené en disparos con un rifle alucinante. Me entrené en supervivencia en los montes de Málaga. Hablaba a diario con Carla y estaba decidido a hacer cualquier cosa por verla de nuevo.

El día de la “misión”, por la mañana, volvimos a tener una reunión en la furgoneta. Te vamos a dejar en el centro. Te hemos reservado una habitación en un hotel. Sube a la azotea. Dispara al del traje de chaqueta gris marengo y baja de nuevo a la habitación. Te duchas y te das con este líquido en las manos. Luego le das al fusil y lo mandas por MRV desde el hotel. Ellos te lo hacen. La dirección está apuntada en la caja. Cuando llegues a tu casa, me llamas. Y no nos volveremos a ver. No sabremos quién eres; ni tú quienes somos. ¿Entendido?

No sé si seré capaz de matar.

Matar es fácil. Lo peor, viene después, con la culpa de acabar con una vida. Mira, allí en la misma calle de la cafetería del otro día, hay una consulta de sicología. Te hará falta. Ah, y piensa, sobre todo, que vamos en serio. Nos desharíamos de los tres.

¿Por qué ese tío? Creo que merezco saber al menos, a quien me voy a cargar.

Es un representante de un Estado que va a terminar de arruinar a España. Nos venderá a través de una información que trae, y seremos atacados con armas tácticas. Todas nuestras grandes capitales, serán destruidas. Luego, llegará ofreciendo su ayuda, y capitularemos frente a su gobierno. Morirán millones de personas. Y viviremos una vida de mierda durante generaciones. Todo, por una venganza personal. Con faldas de por medio. Tú, vas a ser capaz de evitar eso, matando a uno por tu novia. Este, va a acabar con un país por una amante despechada. Desapareciendo él, del mapa, no habrá motivo ni credibilidad de la información que va a soltar. Pues, como te habrás imaginado, es falsa. De su boca, sí sería creíble.

Hace escala en Málaga, antes de ir a Madrid. Es en momento. Pues luego sale para Marbella y allí, la seguridad es impenetrable.

Pasé por recepción, subí a la habitación. Comprobé que todo estaba en orden y me fui a la azotea para prepararme.

Con el arma montada, por la mira telescópica, podía ver la cantidad de genta que había allí, esperando al tipo ese. Había como un atril, donde se supone que la alcaldesa le daba la bienvenida y luego, pues ni idea. Hablaría, supongo. La orden era precisa, en cuanto salga por la puerta, le disparas y te piras. La hora era genial, pues daba el sol de pleno en el escenario. Y a mí, por la espalda. Por lo que sería casi imposible verme allí arriba.

Pero, ¿mataría a un ser humano?

Me preguntaba si podría apretar el gatillo. Será rápido. Ese hombre tendrá familia, por muy cabrón que sea. Será padre, quizás. Tendrá alguien que lo quiera. Por otro lado: puede ser un loco, un fanático religioso, va a hacer todo lo posible con acabar con nuestra población, va a engañar a millones de personas y acabará matando otros pocos. Quizás, también sea un violador de niños.

Ya no sabía qué pensar. Todas eran excusas. Excusas para auto convencerme. Tengo que disparar. Por mi Carla y mi gato. Pero, ¿y si todo era una mentira y esos tipos no eran de inteligencia? Joder. El momento más inoportuno para que venga este tsunami de interrogantes. ¿Podré quitar una vida por amor? ¿De qué es capaz alguien por amor? ¿Y si no es amor de verdad? A Carla la habían engañado, al menos eso parecía. Pero, ¿y a mí? ¿Me estaban mintiendo también? ¿Iba a matar engañado? ¿Iba a hipotecar mi conciencia por una mujer? Ella era lo único que tenía en la vida, pero ¿nos queríamos ambos? Me acababa de dejar por un tipo del que se había desengañado en un momento. Mi instinto me decía que allí había gato encerrado, otro además de Frosti.

En ese momento, salió la alcaldesa empezó a dar un discurso. Enfoqué la mirilla hacia la portezuela por donde iba a salir. Estaba muy nervioso. Mi primer asesinato, porque no era otra cosa, y espero que el último.

Terminó de hablar y alguien abrió la puerta. Ya estaba a punto de disparar cuando la alcaldesa hizo un sorpresivo movimiento para recoger el papel del discurso de presentación que se había olvidado.

Chofs. Tiro en la espalda que le abrió el pecho.

Recargo. Y sin dar tiempo a reaccionar, el tipo de gris marengo, mirando sin entender nada, y otro chofs. En la frente. Restos de huesos, sangre, vísceras y dos cadáveres en el suelo. Coño. La alcaldesa me caía bien, pero no se te tenía que haber dado la vuelta. Revuelo, pero yo ya estaba desmontando el arma camino de mi habitación. Ducha. Cambio de ropa. Limpieza de fusil y líquido en mis manos. Todo empaquetadito en la caja. Se escuchaban gritos y ruido de sirenas. Cogí mi mochila y mi caja y para recepción. Ordené el envío del paquete y me fui. Un policía nacional, me pidió que le enseñara la mochila antes de abandonar el lugar. Llevaba ropa y el casco de la bici. La cogí y llegué a mi casa.

Llamada a un número. Todo ok. Buen trabajo. Al siguiente segundo sonó el timbre.

 

Carla y Frosti estaban bien, geniales, vaya. Después de unos abrazos, besos y lágrimas nos sentamos por fin a comentarlo todo.

Cuando acabamos la conversación de esa semana de locos, pusimos la tele y salía el asesinato en todas las noticias. Me entraron ganas de llamar a alguien y pedir perdón por lo de la alcaldesa, pero no era posible.

Ella no sabía nada de lo que yo tuve que hacer. O sí.

Pero fue nuestro final. Todo el amor que sentía por ella, que me había llevado a matar a dos personas en una dirección opuesta 180º a mis principios de guarda de seguridad, de socorrista, de respetar la Ley, de ayudar a los demás, de construir, se vino abajo. Empujado por una prensa de acero hacia lo más profundo y pisoteado por la destrucción de dos vidas.

Todo había empezado por un engaño. Ella se había dejado engañar. Se había enamorado de otra persona. Había sido un teatro para captarme, pero ¿sus sentimientos fueron reales? ¿Hacia mí o hacia el falso francés?

Yo tendría una mochila cargada de muerte de por vida. Y la ausencia de confianza, poco a poco, lleva cualquier relación al fracaso. Además, no quería estar con una persona que me había sido infiel desde el corazón y no desde el sexo. Ahora parecía que mi cabeza pensaba de forma más entrenada. Veía luz entre tanta oscuridad. Aunque fuera la Luna entrando por la ventana del salón.

No podía creer nada de lo que me contó. No sabía si ella estaba en el “ajo”. Ya, lo dudaba también. Las orejas del gato estaban intactas.

¿Y si no hubiera disparado? ¿Habrían acabado conmigo y no con ella? En fin. Que le pedí amablemente que abandonara mi hogar.

 

Después de una hora de drama, terminó de recoger unas cuantas cosas y se fue.

No estaba para reiniciar ninguna relación. No estaba para romper más principios. No estaba para construir nada con ella. Me gustaba, sentía algo todavía, pero después de lo que había hecho, de matar para salvarle la vida, le di yo el billete y “hasta luego Maricarmen”.

A los dos meses, me llamaron para declarar. Sorprendentemente, yo andaba bastante bien y me había recuperado mentalmente de todo. Fue una encerrona. En una habitación insonorizada, junto a un militar del más alto rango que podía distinguir, estaban Juan y Nuria. Conocida en los amientes como: Carla.

Hola, colega, tenemos otro trabajo para ti….

 

Jose

 


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