PAREIDOLIA:
percepción sensorial errónea.
Normalmente se usa cuando vemos
formas en las nubes. Pensamos que hay alguien que las modela en forma de
ovejita, en forma de caballo, o de enanito de Blancanieves.
Se trata de un auto engaño. Aunque
siempre mejora la dopamina, cuando descubrimos esa forma que nadie ha visto.
A la prestigiosa NASA, le ha
solucionado la papeleta en múltiples ocasiones, reclamando su significado para
explicar a las mentes menos cultivadas y susceptibles de amplias tragaderas
sobre lo que dice la caja tonta o Youtube, diferentes formas captadas por los
vehículos enviados al rojo planeta guerrero, nuestro cercano vecino en el
Sistema Solar: construcciones, figuras de estatuas mutiladas, pirámides,
templos, plantitas e incluso algún astronauta que sale por allí limpiando las
lentes. Probablemente, tanto las unas como los otros, estén en un remoto
desierto americano, siendo las verdaderas imágenes, otras demasiado aterradoras
para el común de los habitantes de esta pelota aguada.
Pero eso da para un relato
completo, de esos que no le gustan a la gente, pues son muy largos para leerlos
en un móvil.
Nuestra palabra mágica de hoy,
nos ayuda también a descubrir todo tipo de seres ultra dimensionales, fantasmas
e incluso yetis, en truculentos videos no verificados circulando de móvil en
móvil, a través de las infinitas aplicaciones comunicativas de la sociedad
actual.
Pero…yo le pongo un “pero”.
Hay un momento, un estado de
debilidad, en el que no nos hace bien el funcionamiento de la susodicha
definición.
Lo he vivido cientos de veces.
Interpreto cosas que no son. Me
las creo, pero es una percepción absolutamente personal. No es real. Mis
órganos sensoriales, recogen señales del entorno y envían la información a mi
encéfalo. Mi mente imparable (más por no dejar de sobre pensar circularmente,
que por ser brillante), hace que interprete de forma errónea y las viva con la
ilusión del alumno que sale un viernes de clase para estar de vacaciones.
El daño me lo hago yo mismo.
Cuando descubro la Pareidolia y me quedo con cara de tonto.
Después de una filmografía
completa, conmigo de protagonista, no he conseguido parar de dirigir mis
películas.
Me ilusiono con algo. Aparece el “¿y
si…?” y de repente baja la claqueta.
Me pasa con todo tipo de
situaciones.
En mi día a día. Cuando pienso
que tengo la actividad genial para mis “gamusinos de quinto”, cuando espero que
los mayores me presten atención con unas frases atractivas que reconduzcan el
interés por las matemáticas con doce añitos. Cuando me siento con energía para
ir a mi puesto, porque me siento “uno más”. O me propongo algún planteamiento
de mejora para el curso que viene.
Luego, mientras me entrego el “Óscar”,
veo que no funciona nada: hay una discusión post recreo, hay un nuevo noviazgo
en clase, he pillado un atasco, etc. Además, no sé donde estaré el curso que
viene. Ese tortazo en la cara con la mano abierta de la realidad, me devuelve a
mi auto decepción y me entrega a los brazos del insomnio, mientras pienso que
no valgo para esto de educar. Entre otras cosas.
En mis cortas noches de sueños
indescriptibles, aparecen personas de mi entorno actual y de mi pasado. Vienen
y me hablan como hace 25 años. Pienso en retomar esas amistades, esos cafés
pendientes, esos vinos o cañas, esos abrazos a mis seres queridos que no están
físicamente, pero me regañan o aconsejan en esas películas que fabrica mi serie
neuronal aliñada con la química para dormir.
Las personas se sorprenden cuando
les hablo o contacto con ellas, casi todas féminas que significaron algo para
mí en algún momento y por cualquier causa sexual o no sexual. Aunque también
amigos y ex compañeros. No entienden o no conocen mi deteriorada salud mental. No
saben ni pío sobre mis intentos de reinicio. Ni sobre mis intentos de irme de
aquí, para ver qué cojones hay detrás de la vida.
Contestan con amables palabras,
lo cual, activa el “rec” y de nuevo ilusiones pareidólicas. De esas como: “sí,
venga, ya te llamo yo cuando me deslíe…”. Vuelve el tonto, el actor principal,
a creerse cosas que no quiere enterarse que no existen, que están sólo y
exclusivamente en ese mundo en el que se esconde de una realidad que no sabe
asumir.
Se cierra el telón y sólo quedo
yo en la sala de cine. No hay nadie. Los espectadores, se sientan atrás, sin
que yo los vea, aunque perciba su efímera presencia. Tras varios momentos
de participación, me abandonan en mi butaca. El decorado también va cambiando.
Me creo deportista, me siento buena persona, porque me siento diferente ahora,
tras múltiples terapias y medicación. Quizás antes no lo fui, y el Todo Universal,
me va devolviendo en forma de compañía ignorada, todo el mal que causé.
Me siento padre, hijo, hermano,
tío, primo, pareja, amigo, profesional funcionario, compañero, pero… sigo sin
saber quién soy en realidad. Lo mismo soy todo eso y mezclo tanto los papeles,
que salen los pensamientos por las orejas.
Quizás al ser todos esos yo, dejé
a mi YO apartado tanto tiempo, que me explotó la cabeza y no soy capaz de
recomponer el puzzle de escombros.
Tampoco deseo ser el de antes. Con
papeles y guiones escritos. Siendo como a los demás les gustaría que fuera. Dejándome
aparte. Tragando mierda y cargando plomo en mi mochila. Dándolo todo por todos
y por tener que ser perfecto. Sin rendirme ni delegar.
Con ser lo que me dicta el
músculo automático central, me conformaría. No es fácil. A veces, es imposible.
Pero si no lo intentara, no sería yo.
Tristemente, el final de las
diferentes sagas, sigue invariable como el “lucero del Alba”. El serafín
desterrado por dios del paraíso. Ahí me quedo, con tres palmos de apéndice
nasal. Adiós dopamina. Despertando de mis sueños, de mis ilusos consuelos
mentales y enfrentando la verdad. No soy capaz de disfrutar de nada de lo que intento
hacer bien. Porque no me lo creo. Porque no sé si es real o es fruto de la cortés
condescendencia de quien ve por un momento a un intérprete que le gusta en un
papel, pero no en toda su carrera artística.
Ando demasiado agotado para
luchar. Demasiado decepcionado con mis primeras películas que arruinaron a
productoras noveles que comenzaban a trabajar. Que consiguieron reinventarse y
vivir sin anclarse en mis papeles secundarios. Muy cansado para hacer “remakes”
y con asco ante posibles homenajes antes de premios póstumos. Sin arrojo para
acabar con todo. Así que…Una vez más, me prometo no hacerme mis pelis. Pero sé,
que la promesa se romperá como uva pisada, en cuanto me relaje.
Necesitaba escupirlo.
Jose.
♥️Escupe amigo. Cuando era pequeña cerraba los ojos mientras estaba en el columpio y cada vez iba viendo un color. Primero azul, luego rojo, después verde, gris, etc
ResponderEliminarTambién perseguimos la luna y las nubes cambiaban de forma. Todo es para contarlo. Sentirlo. Escribirlo
Siiiii. A tope!. Gracias, Marta!
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